Un día normal en el trabajo de Mary (crónica)

En el marco de la asignatura «Innovación y estructura periodística», alumnos del séptimo semestre de la Licenciatura en Comunicación de la Anáhuac Mayab llevaron a cabo un ejercicio de crónica. Toca el turno de Fernando Cruz, quien realiza narración en torno a ‘Mary’, prostituta de la zona de tolerancia en el centro de la ciudad de Mérida. 

Es una mañana normal de lunes. La gente empieza a salir de sus hogares para dirigirse a escuelas, gimnasios, oficinas, mercados o empleos. Los autobuses con rumbo al centro de la ciudad van llenos de personas con diferentes destinos, sin embargo, mi destino hoy es con una finalidad puramente contemplativa: observar la situación laboral matutina de un empleo muy particular.

Ya por este rumbo, la calle se vuelve un poco desierta. La mayoría de los que circulan por este rumbo son hombres, pues aquí, se da lugar a uno de los trabajos más antiguos del mundo desde las primeras horas de la mañana. Las ‘empleadas’ ya se encuentran ejerciendo su jornada laboral, bien maquilladas, con vestuarios coloridos que dejan al transeúnte con muy poco material para la imaginación, sin olvidar aquellos tacones altos que las dejan finalmente agotadas durante su turno matutino.

Algunas son favorecidas con la sombra, pero otras aguantan los primeros rayos de sol y es así como inicia una jornada laboral más en la calle de la 58 x 69 y 73, mejor conocida como la zona de tolerancia del centro de nuestra ciudad.

Aquí la edad para trabajar no es muy importante, sin embargo, es evidente la preferencia por las más jóvenes.  Como sea, la mayoría de los clientes tienen sus tácticas para conocer a las muchachas y de paso, enterarse de los precios y así elegir la que más se adecúe a su cartera. Está la táctica de pasar del mismo lado de la calle más de tres o cuatro veces con la finalidad de verlas bien y escuchar el costo de sus servicios, y si se puede, en algunas de las vueltas, regatear el monto a pagar por la elegida.

También la táctica del zig-zag es elegida por  muchos. En ésta se inicia el recorrido por el Hotel San Clemente, donde las mujeres son un poco más maduras y también se puede encontrar a algunas vestidas con hipil y embellecidas con la típica filigrana yucateca. Luego de observar el 10744979_10204532239693528_111598519_nprimer hotel, el cliente cruza la calle para dirigirse a la posada “Principal”, donde hay mujeres más jóvenes, pero algunos clientes son asustados con la cantidad de bebés que se encuentran jugando en la terraza y que son cuidados con base a turnos por parte de las empleadas. Después, el cliente regresa a la calle del otro lado y se detiene en el hotel “Principal 2”, en el que están las más jovencitas de toda la calle.

De esta forma, el cliente, ya conociendo los precios, se dirige al último hotel ubicado al cruzar la calle, donde el sol pega directamente a las jóvenes.

Muchos otros clientes ya conocedores (o con muy poco tiempo disponible), llegan directo al hotel sin tanto rodeo: unos llegan caminando, otros en bicicleta y uno que otro en taxi. Sin lugar a duda, esta zona no se detiene o ve desventaja alguna por ser las primeras horas de la mañana, pues es muy fluida la cantidad de hombres que vienen a estos lugares.

Pero no solo se presentan clientes en estas calles. También se asoman los chismosos, que pasan en sus autos lentamente mientras observan a las mujeres. Así, no falta el auto con más de dos o tres compañeros que les chiflan o les mandan un piropo en forma de burla. Por ello, algunas prefieren no transitar por esta calle. Las pocas que lo hacen pasan velozmente y con la mirada hacia abajo, tal vez con el miedo a que las confundan.
Mary

Pero eso sí, no podía faltar la presencia de los policías municipales que a la mitad de la mañana pasaron dos veces y Mary, que se encontraba a mi lado reposando en un señalamiento de tránsito, se fue de la zona para luego regresar con un refresco en mano, al mismo tiempo que la patrulla estacionaba al otro lado de la calle.

Me manda a buzón tu celular, ¡contéstame!, le grita Mary al copiloto de la patrulla mientras cruza la calle tambaleándose por los tacones altos que lleva y les entrega el refresco.

Minutos después me explica que son sus amigos y que les da el chesco para que no se meta en problemas, ya que si la ven parada en la acera fuera del hotel, la pueden retener pues eso ya está prohibido por la ley.

La tarde se acerca y los clientes aumentan. La movilización de gente en la zona es la misma. Caballeros jóvenes y adultos hacen su recorrido, pero Mary, mi nueva conocida, aun contando con juventud y belleza, no ha conseguido dar ni un solo servicio.

Dice que detesta el trabajo, pero sus nervios aumentan porque ya quiere liquidar lo más pronto posible unos pagos que tiene pendientes y dejar por siempre este trabajo que ejerce desde hace un año.

Mary se dirige adentro del hotel, pues mi compañía y charla, le presentaba desventaja para conseguir algún cliente. Yo continuaba viendo lo que sucedía en las puertas de los hoteles.  En ese momento, se acercó a mí un hombre, preguntándome si trabajo en la zona.

No, para nada», le respondí entre risas, mientras me ponía de pie para retirarme del lugar.

Me dirigí al lobby del hotel «Principal 2». Ahí estaba Mary, sentada utilizando su celular. Me asomé para despedirme y le pregunté si podríamos tomar un café para platicar más sobre su trabajo y en medio de carcajadas me respondió: «Hasta esas citas tienen precio». 

 

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