El principal fundamento de Verdugo para criticar a los ciclistas fue su poco o nulo cumplimiento del código vial. Asimismo, criticó y culpó en parte al gobierno del Distrito Federal por la implementación del programa de ecobicis, en el que se regalan bicicletas con fines de reducir el daño ambiental. Ni el conductor, Francisco Zea, mostró la mínima intención de moderar el tono de la conversación ni la estación lo amonestó de manera alguna.
Es verdad que el señor Verdugo está en todo su derecho de opinar sobre una situación urbanística o un programa de gobierno; el problema de la conciencia vial de los ciclistas es real y no sólo en el centro del país. Sin embargo, el hecho de hacer comentarios agresivos, clasistas y racistas como “se creen franceses, pero no lo son; acéptenlo, son mexicanos” o “no están en París o en Chanselise” y hacer un llamado a “aplastarlos” (literalmente) es una actitud que pese a hacer uso de la libertad de expresión, pasa al extremo de provocación violenta sin fundamentos equilibrados.
La pregunta vendría siendo ¿tiene derecho un agitador público (independientemente de sus colores políticos) a un espacio personal en un medio de comunicación masivo? En teoría y a manera de hechos en este caso, sí. Sin embargo, resulta contraproducente la postura de Reporte 98.5 al no amonestar una situación de semejante polémica y sobre todo problemática. Al final de cuentas ninguno de los protestantes puede demandar legalmente la sanción o despido de Ángel Verdugo, pero nunca debe olvidar que todo medio vive y depende de su público. Así como este radio-comunicador libremente expresó su lado más fascista, nosotros podemos elegir si seguimos escuchando o recomendando este programa o no.