La tarde del día jueves 25 de agosto, será un día inolvidable para los mexicanos. Estamos hablando del atentado en el Casino Royale en la ciudad de Monterey, en donde 52 personas (entre ellas una mujer embarazada) murieron; un hecho que sin duda ha cambiado la vida de los regiomontanos y la de todos los mexicanos.
Pero ¿quiénes son los verdaderos culpables? son acaso las personas que lanzaron las granadas en el casino, acaso los dueños de ese lugar al no reforzar la seguridad, acaso es el gobierno por verse impotente y corrupto al momento de combatir el crimen organizado, o es acaso toda la sociedad mexicana.
Me puedo pasar horas, días, meses y hasta años buscando quiénes son los verdaderos culpables de este atentado y de muchos casos similares que suceden a diario en todo el territorio nacional. Aquí los verdaderos culpables de esta ola de violencia, somos todos al perder nuestros valores; dejamos a un lado el respeto a la vida, la tolerancia hacia todos los puntos de vista, valores fundamentales para la formación de una sociedad ejemplar.
Es aplaudible que con lo sucedido muchos mexicanos quieran cambiar al país, pero hay que recordar que para un verdadero cambio primero debemos cambiar como personas, debemos romper ideologías como el que no “transa no avanza” o como “el fin justifica los medios”, eliminarlos y hacer una reforma integral de valores. Me pregunto ¿qué país le vamos a heredar a las futuras generaciones de mexicanos?, ¿un ambiente de egoísmo a caso un clima de inseguridad?, ¡ya basta! Nosotros somos los responsables de hacer un México mejor y por lo tanto los iniciadores de este cambio, dejemos de esperar a que papá gobierno solucione todos nuestros problemas y pongámonos a trabajar para la construcción de un mejor país.
Son muchos, que por ambiciones mezquinas han colapsado la estructura fundamental de nuestro país, pero somos más los que estamos más que dispuestos para cambiarlo. Que lo sucedido en Monterrey nos sirva como reflexión para recuperar nuestros valores fundamentales.
NOTA: Este artículo fue escrito por Pablo Cámara Cáceres