El nombre más sonado en redes sociales a nivel mundial durante las pasadas semanas por primera vez deja de ser Justin Bieber para dar lugar al de Joseph Kony, principal objeto de la campaña Kony 2012. El elemento ha sido un video viral con duración de media hora que ya ha alcanzado la cifra de 57 millones de reproducciones en el que Jason Russell, director titular de la organización Invisible Children, expone de manera sensacionalista la situación en Uganda referente a las actividades de guerrilla de Joseph Kony, líder radical de la Lord’s Resistance Army (LRA) caracterizado por el rapto de niños para su milicia. El movimiento ha recibido apoyo inmediato de diferentes líderes mediáticos y de opinión desde Angelina Jolie hasta George W. Bush.
Todo aquel dándole lugar al video en sus perfiles sociales digitales e inclusive donando dinero a la causa parecería un héroe urbano y activista social, y es justamente lo que esta estrategia de marketing busca. Según datos de hacienda, solo un 37.14% del total de ingresos de Invisible Children (sin mencionar filtros extraoficiales) va en realidad dirigido a los propósitos de la campaña. Estos esfuerzos son en pro de la intervención militar en contra de las fuerzas de Kony. Esto, sin embargo, implica de manera explícita el combate contra los miles de niños que conforman este grupo. El gobierno estadounidense ya ha confirmado a través del Presidente Barack Obama que enviará fuerzas armadas a Uganda, más con el único objetivo de “intervenir únicamente en materia de protección civil y sin entrar en conflicto directo con las fuerzas de la LRA”. Varios líderes de opinión del país africano critican la acción norteamericana, asegurando que el único interés es apoderarse de los yacimientos de petróleo.
El efecto Kony no es más que otro indicador del borreguísimo ciego provocado por las redes sociales. El ciudadano digital debe ahora darse cuenta que su tan preciado Internet es ahora también víctima de la dominación mediática y comenzar a hacer el ejercicio de preguntarse de dónde vienen los mensajes y su trasfondo, para evitar caer ignorantemente en el chantaje emocional con el que vende esta estrategia publicitaria y propagantdística. El peligro que representa es que por primera vez el público que tanto suele criticar este tipo de acciones políticas, sea manipulado para, irónicamente, apoyarlo.
