Una de las posturas políticas más debatidas en los últimos meses sin duda ha sido la de Andrés Manuel López Obrador. El por segunda ocasión candidato a la presidencia de México, se sitúa bajo el foco de la polémica justamente por encontrarse nuevamente en aires de conflicto con el status quo de la política mexicana. Si hace seis años se le criticó por los organismos legales y se le aclamó por sus seguidores su postura de inconformidad activa ante los resultados de las elecciones, el tomar ahora una actitud más moderada ha despertado críticas de algunos de sus principales aliados. El caso más reciente es el también polémico diputado federal Gerardo Fernández Noroña, quien al ser la figura que posiblemente más haya dado de su parte en la insistencia de denunciar la ilegalidad del gobierno de Felipe Calderón, ha tomado ahora como una ofensa ideológica el que el tabasqueño haya “perdonado” al presidente por el supuesto fraude electoral de 2006.
Si bien a Noroña se le relaciona con la estereotipada falta de diplomacia, terqueza, populismo y ocasional vulgaridad que caracteriza a los actuales políticos de izquierda en Latinoamérica (con el perdón de Lula da Silva), es imposible ignorar que su postura es la que tomó gran parte del país en las elecciones pasadas en apoyo a Andrés Manuel. “El Peje”, aunque no ha cesado de denunciar lo que considera incoherencias sistemáticas en la logística que llevan las campañas electorales, innegablemente ha “bajado su tono”. ¿Qué se puede entender de este abrupto cambio de imagen? López Obrador está haciendo todo lo contrario a lo que se le criticó en 2006: está promoviendo el debate entre candidatos, se ha prestado a apertura mediática (aunque sigue criticando la preferencia de los medios por otros candidatos, específicamente Enrique Peña Nieto) y la temática de su campaña ha pasado de ser la de un levantamiento contra las clases dominantes a la de una búsqueda de la equidad y la paz para formar una “República Amorosa”. Superficialmente, sus detractores no tienen mayor argumento crítico que el de denunciar que se ha creado una imagen falsa y que en realidad sigue siendo la “amenaza” que representaba hace seis años. Cierto o no, la realidad es que la industria mediática se la va a ver mucho más difícil a la hora de crear propaganda negativa en su contra. Sin embargo, el factor mediático que ninguna variación de actitud podrá cambiar es la cobertura que se les de a otros candidatos en comparación con la suya.