Por: Giovanni Novaro
Vivimos en una sociedad en la que nos gusta pensar que la balanza entre sexos está nivelada. Los hombres hacemos cosas por las mujeres, y éstas lo agradecen. Las mujeres, a diferencia de otros tiempos, ahora tienen los mismos derechos ante la ley, como la garantía de un salario justo, el poder votar, estudiar lo que venga en gana y aplicar para posiciones de trabajo crecientemente importantes. Sin embargo, todavía se mantienen ciertas diferencias importantes, que si bien no están escritas en papel (al menos aún, pero más adelante desarrollaré este punto), se hacen notar en todos los niveles de la sociedad Mexicana.
Comencemos con los números fríos: entre el 25% y 50% de las mujeres en América Latina ha reportado haber sufrido alguna vez abuso por parte de su pareja (Cifra: Día Internacional de la mujer). Esto demuestra la mentalidad que todavía predomina en muchos hombres latinoamericanos. Sin embargo, no debemos ignorar que donde se dan la mayoría de estos casos de violencia es en las localidades con un nivel de pobreza por encima del promedio, que en México representaban el 46.2% de la población total en 2010 (Cifra: CNN). Y así como existe violencia de todo tipo contra la mujer, también se dan casos de violencia contra el hombre (aunque con mucha menor frecuencia). No obstante, un gran número de estos aconteceres violentos no son reportados, por miedo del hombre a ser juzgado y la vergüenza que esto le acarreé. Teniendo esto en cuenta, podemos afirmar que los números reportados para ambos sexos no son del todo fiables y existe un margen mayor al oficial.
Empero la desigualdad no constituye únicamente estadísticas sobre violencia entre ambos sexos. Analicemos por un momento el constante bombardeo de los medios al que estamos sometidos. En la televisión, por ejemplo, nos siguen presentando predominantemente a una mujer artificial, sumisa, que se dedica al hogar y no refuta lo que le diga al marido. O de forma diametralmente opuesta, vemos a una figura femenina fuerte, independiente, pero al mismo tiempo de inclinaciones misándricas. Es rara la ocasión en la que, en programación nacional, se le da igual valor a ambos sexos.
No estoy reclamando que los hombres hoy en día tengamos menos derechos que las mujeres, ni intento negar que en nuestro país, si bien van mejorando las cosas para ellas, todavía hay una diferencia significativa en las oportunidades que pueden obtener. Simplemente avoco por verdadera igualdad. Igualdad no significa que se le dé mayor prioridad a la madre cuando una pareja se disputa la custodia de los hijos, por el mero hecho de ser mujer. Igualdad no significa que un hombre, por temor a ser señalado como débil, no denuncie a su pareja abusiva. Ni para algo tan simple como que los hombres paguemos extra en un antro. Hoy en día, la línea entre equidad entre sexos y feminismo se hace peligrosamente delgada en ciertos núcleos sociales.
Tomemos un ejemplo muy claro: Paulina Rubio. Ella, como líder de opinión (queramos o no), utiliza su posición para separar más la ya de por sí profunda brecha entre hombres y mujeres. Me refiero específicamente a su video musical Boys Will Be Boys. En él, nos muestran imágenes de hombres siendo abusados física y psicológicamente por mujeres semidesnudas. No sólo es un claro ataque a los primeros, sino que también muestra a las segundas como objetos sexuales y con la única función de complacer. Ésta es la clase de material que se transmite de manera masiva a los televidentes mexicanos, desde los más críticos hasta los más susceptibles a esta clase de mensajes.
Como personas responsables, es justo y necesario el ignorar esta cultura que intenta repetidamente el acentuar nuestras diferencias. Sólo entonces podremos estar hablando de igualdad de oportunidades y respeto mutuo. Os invito a ser amables con el prójimo, sin importar su sexo. Y si en alguna ocasión piensan actuar de forma distinta o expresar algún comentario basándose solamente en el género de la otra persona, mejor es evitarlo. Somos seres humanos, y lo que nos hace como tal trasciende por encima de la naturaleza de nuestros órganos sexuales.