Querido Gael García:
Te escribe una humilde y sencilla seguidora del cine mexicano, quien está en completo conocimiento de tu trabajo a lo largo de tu carrera y admiraba tu trabajo, pero eso no significa que, por humildad o sencillez, no pueda dirigirme a ti con franqueza. Tus posturas me confunden, pues son incongruentes y este último acto tuyo me ha hecho cuestionarte.
Gael, ¿desde cuándo los actores o figuras públicas se volvieron sujetos al Estado? Yo creo que no eres el único que no tiene la respuesta, pues no eres ni el primero ni el último que lo ha hecho. Desgraciadamente, no serás el último que acepte un sueldo por ser la imagen propagandística de una campaña publicitaria del gobierno o de algún partido político, y en especial del PRI. Acompañas a Martha Higareda, Edith González y hasta a Lucerito a promover un México que no existe del todo.
Me confundes Gael, me enredas. Hace un año tú nos alertaste, “tenemos ahí al PRI, al dinosaurio, al gobierno que de alguna manera dejó al país como lo dejó, que está subiendo, que está de vuelta y que a mí me parece terrorífico.” Ahora, estiras la mano para la paga. No veo la diferencia entre tú y los que reparten las tortas y plumas tricolor.
Ahora eres el portavoz de un estado que se encuentra en desecho. Eres la imagen de un estado corrupto con un gobierno bajo el mando del priista Rodrigo Medina, quien ha logrado incrementar los porcentajes de violencia en el estado que rige. Eres el ícono de lo que hace un año y medio denominabas “terrorífico”.
¿Es aceptable lo que estás haciendo, Gael? ¿Papeles morados, verdes y amarillos fueron demasiada tentación? Que yo recuerde, tú optaste por una imagen limpia y ética. Acuérdate que esos papelitos anteriormente mencionados vienen acompañados de gotas de sangre.
Aquí tú cometes la infracción de la incongruencia. Y sólo cabe destacar que el Padre Amaro no se queda solo a la hora de incoherencias éticas.
