Sor Guadalupe María de Dios Ávila Huerta es Misionera de Cristo Resucitado que, desde muy joven, ha dedicado su vida a ayudar a gente con VIH.
“Yo recibí el llamado desde los 14 años, pero el mundo, la escuela, los amigos y demás hacen ver la idea de entrar a un convento muy lejana. Me encontraba muy cómoda con todo, tenía trabajo, novio, mi familia, pero sentía como si algo me faltara y pensé: si tú me da fuerza, yo te respondo”.
Sor Guadalupe no estaba segura de lo que haría hasta que conoció a unas hermanas de la congregación a la que pertenece ahora y experimentó la labor de hacer curaciones, reafirmándole que se quería dedicar a ayudar a los que no tienen nada.
“Al principio no todos estaban de acuerdo con mi decisión, sobretodo mi mamá, pero yo le explicaba que como a ella Dios le ha mandado la vocación del matrimonio y la ha sabido mantener a pesar de los problemas, a mí Dios me llamó a la vida religiosa”.
La hermana nos explica un poco de la historia de cómo comenzó esta congregación.
“La congregación Misioneras de Cristo Resucitado dio inició hace aproximadamente 20 años en Guadalajara cuando nuestra Madre vio que la gente moría sola en las calles y que nadie los atendía, a raíz de esto se han dado estos proyectos”.
La casa de Mérida para gente con VIH existe desde hace más de 10 años en la que atiende actualmente a 15 hombres, dos mujeres y dos niños. La casa fue construida para hombres específicamente, pero debido al alto índice de enfermos con VIH se ha tenido que aceptar a mujeres y niños, aunque una casa para ellos está en construcción ya que necesitan su espacio.
“Muchos se preguntan porque les ayudamos sin recibir nada a cambio y les explicamos que nos sentimos bien sabiendo que los ayudamos a acercarse a Dios y sentirse en paz”.
Estas hermanas viven a base de la caridad de las personas y cualquier tipo de donación es aceptada. Con el proyecto de la casa para mujeres y niños se agradece aún más cualquier material para construcción.
