Imaginen cómo es el cuarto de un directivo de la RAE. Pongan esta imagen en su mente: son las 2:00 AM y el hombre duerme con dificultad. Intenta conciliar el sueño, pero cerrar los párpados le causa gran dificultad. Sostiene fuertemente el edredón de su cama y hace gestos de desesperación hasta que un leve ruido lo despierta. No tiene idea de lo que está sucediendo, pero apenas unos días supe de algo capaz de hacer sentir tanto pánico a cualquier amante de la expresión escrita.
Me pregunto… ¿Cuántas personas recordarán Metroflog?, aquel imageboard de pobre diseño que se hiciese blanco del humor clasista de hace unos años. Seamos honestos: las fotos mal tomadas, filtros burdos y expresiones sobreactuadas eran una receta para el desastre. Todo esto era graciosísimo, ¿pero para qué mentir? Al percatarse de la ortografía de muchos usuarios uno pasaba de la risa a la pena ajena en un par de segundos. Pero alguien debía poner el dedo en la llaga y sacar a la luz el aberrante “Googleflog”…un traductor “español- metroflog”.
¿Cómo pudo Google hacer una broma de tan mal gusto? No podía entenderlo. Es como un comercial de Iphone con un jingle de cumbia. Menos mal, al ver con detenimiento pude percatarme de que éste no involucraba a la empresa californiana sino que era una parodia de “Kinduff”, un diseñador de multimedia.
No cabe duda que después de entender lo que pasaba me llené de alegría al ver que ya no había que temer, pero que desde esa noche dormiría con mi ejemplar del “pequeño Larousse ilustrado». Por si las dudas.