A pesar de sus años de retiro, es imposible olvidarse de Diego Armando Maradona, sin duda, uno de los más grandes jugadores que ha visto el mundo. Así, con motivo de la cercanía del Mundial, el autor de la presente crónica nos trae un episodio triste para el ‘Diez’: la final de la Copa Mundial en Italia y el ya lejano 1990.
Tristeza y hasta algunas lagrimas saldrían de los aficionados italianos en el mítico estadio de San Paolo tras ver como Sergio Goycochea, arquero argentino, le atajaba el quinto penal a Aldo Serena y dejaba a los de casa fuera del mundial de 1990.
Aquella imponente Argentina era liderada por Diego Armando Maradona, en ese entonces jugador del Napoli. Los dirigidos por Bilardo buscaban, tras coronarse en Mexico cuatro años atrás, ser bicampeones del mundo de la mano del ‘diez’ de la albiceleste.
Aquella acción del cancerbero Goycochea quedó marcada en los corazones italianos después de ver a Maradona, máximo ídolo de la ciudad de Nápoles, llorar de alegría por el pase a la final.
Llegaba el día de la final en el estadio olímpico de Roma donde Argentina se encontraría con Alemania Federal en una final repetida y con sed de revancha. La melodía del himno argentino soñaría opacada por fuertes silbidos de la afición italiana. Diego respondería con gritos de ira y frustración: ‘¡Hijos de pu..! ¡Hijos de pu..!’ . Ésas eran las palabras de un jugador que veía como el país que tanto lo aclamaba esa vez le daba la espalda.
Argentina terminaría perdiendo dicha final por un gol a cero. Esta vez las lágrimas de Maradona serían de frustración. Se dice que tras ver al astro argentino sufrir la derrota, Nápoles era la única ciudad de Italia que compartía su dolor.
Tras dicha copa del mundo, Maradona nunca volvió a ver a Italia con los mismos ojos. Meses después, Corlado Ferlaino, el entonces presidente del club napolitano preguntó un día al argentino: «Diego, ¿has consumido drogas últimamente? Porqué en dos días habrá un antidoping«, a lo que el argentino respondió con una segura negativa.
Tras salir positivo por droga en los exámenes, Maradona decidió una noche tomar su auto y salir de Nápoles, de donde jamás volvería a jugar al fútbol.
Aquella noche en Roma, los italianos no sólo lograron desatar la frustración y tristeza en Diego, sino que se rompió aquel vínculo que tenía el jugador con dicho país, quien, meses después, se iría repentinamente por la puerta de atrás de la ciudad en la cual no hubiese tenido voto en contra de haberse postulado para alcalde.