¿Nunca te sucedió que te encuentras en una situación en la que no sabes qué hacer y de repente, por casualidad quizás, recuerdas que alguna vez reflexionaste sobre algo parecido y manifestaste firmemente que harías esto o aquello, pero no fue así como reaccionaste?
En mi humilde opinión, no eres un hipócrita, iluso/a o tonto/a. Simplemente es difícil mantener firme los ideales si no los practicas y mantienes presentes día a día. Es entonces momento de mirar atrás, a ti mismo, y reflexionar sobre si sientes, piensas y actúas de acuerdo a esos ideales, si eres esa persona que quisiste y quieres ser.
Es difícil darse cuenta que el tiempo de verdad pasa rápido, que siempre habrá días que parecen eternos y otros que quisieras no acabaran nunca. Pero somos prisioneros del tiempo y éste nunca dejará de rolar, no como nuestros corazones. Durante todo el transcurso (de la vida) ambos discuten, pelean y forcejean para ver quien puede mas.
Por momentos, nos vemos atrapados en nuestros abismos, inconsolables o desganados, sintiendo como el tiempo parece detenerse, como jugando con nosotros, y sin darse cuenta, sin previo aviso, como si todo se hubiese tratado de un sueño, te detienes y miras atrás y te das cuentas que todo ha pasado, que hoy nuevamente te encuentras fuera, ascendiendo y el tiempo te es incomprensible, extraño, como si diese saltos. Te das cuenta que al final, éste sigue su marcha sin importar tu condición y tú con él debes seguir, porque el tiempo nunca deja de rolar pero nuestros corazones sí.
(Nota del autor: esta entrega retoma un texto que escribe el 2 de mayo del 2012 porque a veces es bueno recordar por donde hemos caminado para no perder la senda.)
Dedicado al gran amor de mi vida, el faro que me guía a salvo, a tierra firme.
