Los jugadores corren tras el esférico mientras el público grita fervientemente apoyando a su equipo. De repente, la atención se desvía fuera de la cancha y somos testigos de violentas escenas. Fanáticos de las chivas golpean sin piedad o clemencia a policías. Éstos yacen en el suelo. No sabemos en qué condiciones se encuentran, pero sabemos que no son buenas.
A continuación, estas mismas imágenes son difundidas por los medios, que reprochan y condenan los hechos. Al día siguiente se dan a conocer que ya han sido detenidos y procesados ocho responsables. Al poco tiempo, las barras de aficionados dan su versión de los hechos a través de los medios que los han acusado de salvajes y violentos: «solo respondimos a las agresiones». Un video, en el cual policías golpean y arrastran inhumanamente a una persona e intimidan a otras, se da a conocer.
Ahora nos dicen que se va prohibir la entrada de las conocidas barras bravas al Omnilife en el clásico Chivas-America. Es la solución definitiva a la violencia en los estadios nos dicen, pero ¿Es realmente ésa la solución?¿Y qué pasó con los policías que golpearon y amagaron a los fanáticos en un clásica muestra de abuso de autoridad, falta a los derechos humanos y mala práctica policial? Bien parece que, por ese lado, la historia no va a seguir o al menos no con la misma atención mediática que se le da a los fanáticos violentos.
Sin duda, la violencia no está justificada, aunque haya sido o no en respuesta a agresiones, pero, sin duda, algo que no debe quedar al aire es el deslindar responsabilidades, así como también el que ocho personas sean encarceladas por varios años, en lo que bien conocemos como escuelas del crimen, cuando podrían buscarse verdaderas soluciones a estos problemas.