Son dos sensaciones completamente distintas las que se tienen cuando se está sobre el escenario y cuando se está sentado en la butaca, dos sensaciones distintas, pero a la vez complementarias, tanto que una no puede ser concebida sin la otra.
Un espectador desea ver un buen espectáculo, pasar un rato agradable, disfrutar del arte que se le está presentando, quizás pagó por ese espectáculo o quizás no, quizás fue por propia convicción a ver tal obra o por invitación. Al término de la obra la cantidad y el esmero de su aplauso indicarán que tanto le gustó lo que vio. A lo mejor se pondrá de pie y pedirá «otra, otra», o a lo mejor sólo aplaudió unos instantes por mero compromiso; a la salida del evento, el espectador comentará con sus acompañantes el espectáculo. Si le gustó o no le gustó, sus aciertos y carencias y recomendará o no a las personas con las que converse, y en el peor de los casos, dirá que fue el peor espectáculo de su vida, que hubiese deseado no haber invertido su tiempo y dinero y que no vayan a verlo.
Para el artista es diferente, es más complejo y complicado porque la presión es mayor, es responsabilidad del artista hacer un buen espectáculo, un deleite supremo que toque el interior del espectador, para que sienta empatía con lo que está viendo y entonces el espectador se sentirá parte del espectáculo y cuando haya hecho suyo lo visto, se habrá cumplido la misión del artista.
El artista requiere arduo trabajo y entrenamiento de cuerpo y alma para tener una formación holística y ser capaz de superarse con cada nuevo show. Con cada nueva función que presente, siempre tiene que andar ideando nuevas rutinas para sorprender al espectador, para que nunca se fastidien, para que su arte llegue a todos los rincones del planeta, y entonces los aplausos del público reconocerán su trabajo y eso será mayor que el dinero recaudado de las entradas de los países visitados: la satisfacción del público y su deseo de que la función no hubiese acabado, porque se enfrascó tanto que el tiempo pasó volando y en un abrir y cerrar de ojos la función concluyó.
Para un artista visual es un poco diferente pues, aunque no está en un escenario, es su deber hacer arte de calidad, un arte que trascienda en cada exposición, en cada evento que tenga, y aunque tenga una corriente preferida o un estilo particular en sus cuadros, igualmente debe ser capaz de poder plasmar cualquier cosa en un lienzo, en una hoja, en lo que sea.
El artista visual deja su sello particular en cada obra nueva y cada una queda marcada con un momento particular del artista y con el paso del tiempo podemos ver su evolución.
El espectador se detiene ante el cuadro y lo contempla unos minutos e intenta descifrar el trasfondo de la obra, más allá de un «está bonito» o «no me gustó», el espectador, si mira detenidamente, será capaz de sumergirse en ese mar que le permitirá sentir lo que el artista sintió en el momento de la elaboración de su obra de arte.
Un espectador no puede ser espectador si no tiene algo que apreciar y un artista no puede ser artista si no tiene nadie con quien compartir su arte.