En el marco de la materia ‘Creatividad e innovación editorial’, alumnos del quinto semestre de la Licenciatura en Comunicación de la Anáhuac Mayab reflexionan acerca del uso del celular en el salón de clase. Toca el turno a la estudiante Melissa Durán, quien narra los beneficios de dejar el aparato por un tiempo.
Me sentía nerviosa. La luz blanca del salón y la baja temperatura del aire acondicionado no ayudaban mucho a sentirme un poco más tranquila, algo sin duda me hacía falta.
Revisaba mis bolsillos cada 3 minutos como si la siguiente vez que lo hiciera iba a aparecer como por arte de magia. Pero no fue así, ni iba a ser: Alejandro había sido muy claro. El día uno del semestre nos había pedido amablemente que, al inicio de cada clase, dejáramos todos los celulares al frente y que apagáramos los aparatos electrónicos. “Por favor, muchachos, los celulares al frente” , decía todos los días cuando entraba al aula.
No era para menos: se esmeraba muchísimo preparando su clase y nosotros éramos expertos concentrándonos más en el whatsapp. Me costó trabajo, pero poco a poco dejé de revisarme los bolsillos.
Lo cierto es que Alejandro hacía “circo, maroma y teatro” para retener nuestra atención, y literal, nos enseñaba comunicación a través de Shakespeare y Sófocles, clase se convertía en un teatro con intermedio incluido: “Bueno, es hora del descanso, ya pueden contestar sus whatsapps”. Entonces, todos corríamos a contestar todos nuestros mensajes y con la misma regresábamos a seguir escuchando la historia.
En esta época es más urgente traer conectado el Smartphone que el cerebro. Luego, me di cuenta que debía ser todo lo contrario. No fui la única. Todo el salón comenzó a pensarlo. Le tomamos amor al saber y nos olvidamos por un momento del celular.
Sencillamente, creo que estábamos conectados al aparato erróneo.
