Mi hermano Mauricio y yo empezamos a recordar cómo es Navidad en nuestra familia y cuáles son algunas de las tradiciones que tenemos.
Mauricio dice que lo que más le gusta de Navidad es la comida, y digo, ¿cómo no amarla con ese bacalao de mi abuela, el pavo y el relleno de mi tía, los ravioles, la ensalada de bombones, el gravy y mi favorito: la pierna de jamón serrano?
A su vez, comentó Mauricio que una de las tradiciones que tenemos como familia es el intercambio de cada año, en el cual un miembro de la familia de la casa donde nos reunimos todas las navidades hace papelitos con el nombre de cada uno de los integrantes.
Luego se le da a escoger un papelito parea todos, y sin decirle a nadie, tienes que comprarle un regalo a la persona que te tocó.
La verdad es que siempre mamá y papá eran los que compraban los regalos y nosotros los dábamos a la hora del intercambio, pero es una tradición que hasta la fecha se hace. Es la parte más divertida de la noche.
Al estar sentados en el sillón hablando entre un par de risas recordamos lo divertido que era, al día siguiente, ver los regalos que Santa nos había traído. Mauricio me dijo que recordaba «la rutina»: después de despertarnos en casa de nuestros tíos e ir a desayunar con todos los que asistieron a la cena, nuestros primos nos enseñaban lo que les había traído Santa Claus, jugábamos con los juguetes y nosotros ansiosamente esperábamos el momento para irnos de regreso a casa, ya que vivíamos a una hora de la Ciudad de México y Santa llegaba a mi casa.
Nos despedíamos de toda la familia y todo el camino a casa íbamos hablando y adivinando que era lo que habíamos recibido esa Navidad. Al llegar a mi casa, nos asomábamos por una ventana que daba al árbol y veíamos si había regalos o no, y al verlos, saltábamos a la puerta porque no podíamos esperar para abrirlos.
En fin, nos dimos cuenta que tenemos muchos recuerdos padrísimos de todas nuestras navidades y unos nos tan padres como cuando le dijeron a ‘Mau’ que Santa no existe.
La verdad es que ahora nos reímos, y él cuenta que «aunque ya no creamos en Santa, las navidades siguen siendo las mejores. Los regalos ya no son lo más importante y ahora hasta nos divertimos más, ya que es otro tipo de convivencia».
Y ni modo crecer es inevitable, pero definitivamente no influye en cómo nos la pasábamos durante estas fechas hace algunos años.
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