En 1872, el escocés Sir Charles Wyville Thompson inició la expedición Challenger con un barco de la Royal Navy con el fin de mapear el fondo marino y averiguar si existía vida en lo más oscuro del mar. Se equipó la embarcación con la mejor tecnología del momento y con esa expedición se descubrieron cerca de 5mil especies, se definió la composición del agua marina y se hicieron mapas de los fondos del océano.
A partir de ese año, varias exploraciones se llevaron a cabo, en 1930 se alcanzó lo más profundo: 900 metros.
August Piccard, un ingeniero y explorador suizo, diseñó junto con su hijo una embarcación sumergible o batiscafo, con el nombre de “Trieste”, cuya construcción resistiría fuertes presiones con el fin de explorar las profundidades del océano. Sus investigaciones fueron patrocinadas por la marina de los EE.UU. y decidieron emprender nuevas aventuras en aguas desconocidas.
El 23 de enero de 1960, el explorador Jacques Piccard y el teniente de la Marina americana Don Walsh alcanzan el fondo del precipicio de Challenger –Fosa de las Marianas en el Pacífico, al este de las islas filipinas-. Con una profundidad de 11,034 metros, consiguen llegar al punto más profundo del planeta que un hombre podía hacer hasta entonces.
Estuvieron bajo el agua durante 9 horas, con una presión de casi 8 toneladas y con la posibilidad de algún accidente mortal, ya que algunas ventanas del batiscafo se agrietaron y un poco de agua logró entrar a la cápsula.
En 1961, un año antes de la muerte de su padre, Piccard continuó creando sumergibles e hizo otras expediciones submarinas. Construyó las embarcaciones que hoy conocemos como submarinos turísticos. Durante la Exposición Nacional Suiza en 1964 el navío de Jacques, el ‘Auguste Piccard’, transportó a más de 33 mil pasajeros al fondo del lago Ginebra.
Fuentes: quo.mx, elmundo.es, blogueiros.axena.org, eltiempo.com
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