Navegando un buen día en las redes sociales, me topé con una infografía que hablaba acerca de los motivos del Brexit.
Al profundizar en el tema, encontré que una de las muchas razones del conflicto era para “recuperar la identidad cultural de Gran Bretaña”, básicamente, limitar la diversidad cultural del país.
En ese momento, la desilusión invadió mi cuerpo, pues situaciones así solo logran fomentar ideologías y pensamientos xenófobos.
Sin embargo, al analizar muchísimo más el tema, comprendí que no era cosa de un solo país, sino de muchos. Son diversas las naciones que condicionan la libertad de las personas a desarrollarse como son.
Tal es el caso de las mujeres en Arabia Saudita, quienes son obligadas a usar un velo durante toda su vida o las actitudes negativas de personas ante grupos minoritarios como los indígenas. Y lo peor es que es el silencio el que perdura en el ambiente.
Tristemente, nos encontramos en un siglo XXI en el cual aún quedan residuos de ideologías tan retrógradas en donde vale más la opinión de un grupo predominante de personas que la de la minoría involucrada. Situaciones de esta índole no hacen más que fomentar y potencializar el que considero uno de los fenómenos sociales más preocupantes de la historia: la discriminación.
La discriminación es una conducta, culturalmente fundada, sistemática y socialmente extendida, de desprecio contra una persona o grupo de personas sobre la base de un prejuicio negativo o un estigma relacionado con una desventaja inmerecida, y que tiene por efecto (intencional o no) dañar sus derechos y libertades fundamentales, afirma Rodríguez Zepeda para la revista ‘El Cotidiano’.
Y es que, como señala el autor, la discriminación es un fenómeno que tiene su origen en el núcleo social, en donde desde pequeños se nos enseña a “discriminar” las cosas, no solo en el sentido de distinguir o diferenciar entre objetos, si también a nuestro prójimo.
Es verdaderamente indignante que aquel que no comparte la misma raza, ideología, religión, nivel socioeconómico o inclusive el mismísimo género, esté condenado a ser partícipe de daños a su libertad o a la degradación de su dignidad. Como los musulmanes, que por su religión son víctimas de acoso y odio por actos de terceros, o las mujeres profesionistas, que ven limitadas sus oportunidades laborales en un mundo gobernado por los hombres.
Es importante mencionar que las personas con discapacidad, adultas mayores, niñas, niños, jóvenes, personas indígenas, con VIH, no heterosexuales, con identidad de género distinta a su sexo de nacimiento, personas migrantes, refugiadas, entre otras, son más propensas a vivir algún acto de discriminación, ya que existen creencias falsas en relación a temerle o rechazar las diferencias, estipula la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación.
La gente tendría que entender que lo que hace rica a una sociedad es, precisamente, la multiculturalidad que posee.
La existencia de diversas culturas en una misma comunidad es comparable a la simbiosis biológica, en donde organismos de diferentes especies buscan beneficiarse mutuamente en su desarrollo.
Lamentablemente, vivimos en un mundo en donde las diferencias de otros son vistas como algo negativo: no tienen cabida en el manto de lo social, sino todo lo contrario, se mantiene un profundo miedo a lo que no se entiende.
El problema se agrava más cuando se fomenta esa falsa “tolerancia” que se ha impregnado en la mente de las sociedades y que ha sido muy extendida en el corazón de lo digital.
Existen millones de personas que día a día comparten publicaciones friendly apoyando la aceptación, el amor sin distinción, el feminismo, entre otras cosas, pero que no tienen las agallas de defender en lo que creen cuando se presenta una oportunidad ahí, en el mundo real.
La respuesta al problema de la discriminación no se encuentra en aprender a tolerar aquello que no es igual, sino en aprender a comprender lo que es diferente. Cuando una persona hace un acto de comprensión, se ve involucrada una profunda reflexión que ayuda a entender, no solo con la cabeza, si no con el corazón.
La discriminación es un fenómeno que no tiene como respuesta única el hecho de aprender a comprender. Ése es el primer paso. Es necesario que las personas comiencen a alzar su voz por aquellos que no pueden y a realizar actos que dejen huella en el mundo.
En México, existen individuos que verdaderamente buscan un cambio.
Un claro ejemplo es la niña Natalia López López, orgullosamente indígena y que con sus palabras en el Certamen Fotográfico “Un flashazo ciudadano”, deja en claro que el país necesita retomar los valores que se han perdido como lo son el respeto o el amor.
Por otro lado, nos encontramos con la novelista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, la cual participa activamente en conferencias realizadas por la plataforma Tedx Talks, en las cuales habla acerca del empoderamiento de la mujer en la actualidad, así como el fomento hacia la cultura negra, su raza.
Como ellas, son muchas las personas que desean reducir los efectos negativos que la discriminación ha dejado como legado en el transcurso de estos años. La lucha continua con tal de crear un mundo mejor para todos, pues como la CONAPRED afirma “[…] debemos estar conscientes de que las personas en lo único que somos iguales, es en que somos diferentes”.