Nos volvimos a abrazar y por fin nos despedimos. La vi irse caminando hacia su casa, como muchas veces lo hice. Solo que en esta ocasión sabía que no iba a volver. Sentíamos que se llevaba un cachito de nosotras con ella y que no volveríamos a ser las mismas desde ese momento, y dicho y hecho, así fue.
Dicen que los verdaderos amigos se pueden contar con los dedos de una mano y que aún nos sobran dedos. Cuando era niña pensaba que era una exageración de mi mamá y de todas las personas “grandes” en general, pero como todo, con el paso de los años me voy dando cuenta de cuánta razón tenían.
A lo largo de mi vida, han habido muchas personas a las que he llamado amigos, cumplan con la definición o no, y así de fácil como han llegado, se han ido.
Para bien o para mal, he estado en varios colegios, por lo que el hacer nuevos amigos no me resulta tan difícil y mantener la amistad mientras estamos en el mismo colegio no es tan complicado. El verdadero reto viene al momento de la separación.
Llegó un punto en el cual me acostumbré a tener amistades pasajeras y que estaban completamente basadas en el trato presencial, lo cual no digo que esté mal, pero bajo esa perspectiva no creí que lograra mantener muchas amistades duraderas. Era feliz con lograr mantener una.
De la nada y sin avisar, llegaron tres seres que alegraron mis días e hicieron que cada trago amargo sepa un poco más dulce, y de hecho, lo hacen hasta ahora. Para quien me conoce sabe a quiénes me refiero. Quién no lo hace, no importa, prefiero que se quede en el anonimato.
Esas tres personas me han enseñado que es posible llevar una amistad sin importar la distancia ni las circunstancias. Se han convertido en mis hermanas. Comenzamos nuestra amistad en la escuela, pero por motivos, que hasta el día de hoy no entiendo, tuvimos que separarnos y la distancia es algo que ha estado presente en la mayoría de esta hermandad.
Aunque estemos separadas, intentamos estar presentes en la vida de todas. En gran parte tenemos que agradecerles a las redes sociales porque sin ellas sería más complicado aún el poder mantener esta relación, pero a pesar de que sigamos en contacto, no cambio por nada todas aquellas noches de risas y llantos en alguna casa.
Aún recuerdo las cenas habituales de tacos, los bailes extraños y llenos de energía en cualquier lugar. Los momentos en los cuales el coche se volvía el mejor karaoke de todo Mérida, las pláticas en las cuales componíamos y descomponías al mundo, las guerras de agua estando en la piscina y muchos otros recuerdos que me invaden al pensar en ellas.
Hemos tenido que aprender a seguir con nuestra amistad, a pesar de todos los obstáculos que hemos tenido, pero, poco a poco, los superamos juntas.
Es por ello que quiero darte este consejo: si alguna vez encuentras a alguien o a un grupo de personas así, a quienes consideres ya no amigos, sino hermanos, que al pensar en ellos se te inunden los ojos de lágrimas por los buenos recuerdos, que pase lo que pase, sabes que no te dejarán caer y que cada uno tiene un pedazo del otro en su vida… Por nada, pero por nada del mundo, dejes que se vaya porque encontrar algo así es de las cosas más complicadas del mundo.
En cuanto a las tres personas que mencioné, dado que es probable que lean este artículo, solo quiero que sepan que las extraño mucho y que las amo con todo mi corazón.