El presbítero Juan Carlos Ibarra, compartió un artículo para El Altavoz sobre cómo vivir a Cristo mientras los jóvenes brindan sus fuerzas a los estudios universitarios.
La universidad es un espacio apasionante. Un lugar de encuentro de personas muy diversas, con deseos de aprender, de progresar en la vida. Recuerdo con gratitud el tiempo que pasé en el aula universitaria, hace ya 25 años, en Monterrey. Hice en aquella época muy buenos amigos, que todavía conservo y a quienes escribo o visito de vez en cuando, pues vivimos en ciudades diferentes.
Estudié Comunicación y me entusiasmaban las materias que cursaba: opinión pública, literatura, periodismo, guión para medios, radio, cine….Tuve buenos y dedicados profesores a quienes les agradezco todo lo que hicieron por nosotros.
Y también quisiera recordar a un sacerdote, san Josemaría Escrivá, que me ayudó mucho a entender el gran valor de la vida universitaria. Josemaría fue el fundador del Opus Dei, una institución de la Iglesia Católica que difunde el mensaje de la santidad en medio del mundo. Falleció en 1975 y fue declarado santo el 6 de octubre de 2002 por san Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro ante cerca de trescientas mil personas de los cinco continentes.
San Josemaría, escribió “Camino” en 1934, un libro espiritual con breves consejos sobre la vida cristiana. Camino ha sido traducido a muchos idiomas y se han vendido millones de ejemplares. En ese libro encontré, en mi época de estudiante, una frase que me encendió el corazón y me sirvió enormemente: “una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de oración”.
Fue un gran descubrimiento pues me pasaba muchas horas tomando clases, haciendo tareas, en trabajos en equipo, preparando exámenes. Y casi no me quedaba tiempo para nada más. Y san Josemaría me recordaba, que todo eso que hacía, si lo ofrecía a Dios y lo vivía como un servicio a los demás, se transformaba en oración. Y la oración nos acerca a Cristo, nos lleva al cielo, es un diálogo amoroso con nuestro Padre Dios.
¡Era estupendo! No sólo podía estar con Cristo cuando asistía a la Misa, o me confesaba, o pasaba un rato rezando en la capilla. También en medio de mis actividades cotidianas, en lo que hacía todos los días, podía encontrar y tratar a Dios. Y quien se acerca a Dios, es feliz. Y yo quería encontrar esa felicidad.
Esto me ayudó a ver mi vida universitaria “con ojos nuevos”. Pues ya no se trataba sólo de aprender, de progresar en la vida. Mi estudio tomó un valor muchos más alto: era mi camino para estar cerca del Señor, para buscar la santidad, para llegar al cielo.
Me gradué de la carrera de Comunicación el 3 de junio de 1994. Han pasado 23 años y ahora soy sacerdote del Opus Dei. Quería ser periodista pero Dios tenía otros planes mucho mejores para mí. Ahora me dedico a “comunicar la fe” y trato de transmitir “el mejor mensaje”: que Dios existe, nos ama, nos perdona y quiere salvarnos. A todos los universitarios que encuentro trato de recordarles ese pensamiento de san Josemaría, que me ayudó a mí hace tantos años al leer Camino, y que estoy seguro puede servir a muchos jóvenes que buscan a Dios y a veces no encuentran el espacio, el tiempo para tratarlo por las múltiples ocupaciones que tienen.
Por eso san Juan Pablo II nombró a san Josemaría como el “santo de lo ordinario”. Sí, en lo ordinario, en lo de cada día, Cristo nos busca y nos espera para darnos todo su amor.
Pbro. Juan Carlos Ibarra