A partir de los resultados de las elecciones de Brasil, en las que Jair Bolsonaro resultó con el triunfo, es necesario repasar cinco de las propuestas que integran su plan de gobierno –si cabe el término- y que ejecutaría llegando a la silla presidencial:
1)Permitir las armas para todos. Esto con el afán de combatir la inseguridad, que se ha visto rebasada por las actuales instituciones y poner en las manos de cada brasileño la solución del problema.
2) Licencia a policías para infligir fuerza mortal a delincuentes sin consecuencias legales. Lo cual pondría bajo el criterio del policía la vida o muerte de presuntos delincuentes sin ser juzgado por ninguna autoridad posteriormente.
3) Cerrar las fronteras a migrantes y refugiados y contener a los venezolanos en “campos especiales”.
4) Castración química a los violadores como condición de “terapia”, quienes, mediante este procedimiento, “inhibirían su deseo sexual” y, por tanto, la pulsión para seguir violando.
5)Defensa de la tortura para obtener información y pena de muerte a algunos delitos.
Bolsonaro, quien cuenta con un apoyo apabullante, asevera que no tiene hambre de poder sino la firme “misión de rescatar a Brasil”. La comunidad evangélica brasileña ha contribuido a esa imagen mesiánica de un líder que finalmente acabará con la corrupción, la podredumbre y arreglará lo que sea necesario para restablecer el orden en ese país.
Bolsonaro se justifica y analiza su victoria acudiendo a una vieja receta latinoamericana y ahora sumamente actual en el mundo: poner el acento en la soberanía del pueblo, la cual tiene una supremacía sobre cualquier otra cosa, incluyendo a la propia ley o las instituciones derivadas de ésta. Representa un viraje no ideológico sino pragmático: el populismo.
El populismo suele halagar al pueblo y amenazar con arremeter en contra de quienes se consideren sus enemigos, a los cuales les atribuyen todos los males. Se trata de una tarea ética y moral: de un lado el pueblo bueno, representado por el líder mesiánico y del otro, los proveedores de injusticia e impunidad que someten al pueblo dormido.
Un fantasma recorre el mundo y no es el comunismo, sino el populismo. Alrededor del mundo y no solo en América Latina, tenemos algunos ejemplos como: Trump en EEUU; Recep Tayyip Erdogan en Turquía; Rodrigo Duterte en Filipinas; Nicolás Maduro en Venezuela; Matteo Salvini en Italia; por citar algunos.
El centro del populismo reside en dos promesas: 1) su relación “directa” con el pueblo sin intermediarios, que facilita el diálogo y permite saber las directrices de su gobierno; y 2) la resolución inmediata de los problemas como un simple acto de voluntad política que todo gobernante tiene en sus manos, como una varita mágica, que puede usar instantáneamente.
Es, precisamente esta característica del populismo uno de los principales motores de sus adeptos porque rechazan cualquier procedimiento político como necesario, al considerarlos demasiado complicados, sea por ignorancia o por astucia política y entonces polarizan a la sociedad entre “los adeptos del cambio” y los sectores recalcitrantes del régimen actual de privilegios.
Finalmente. y tú ¿por cuál votas?
Por: Mtro. Carlos Hornelas Pineda
(Publicado originalmente en Panóptico, Punto Medio)
Para mayor interacción síguenos en nuestras redes sociales o en nuestro sitio web