Ayer, se llevó a cabo el tributo a todo un personaje, el Príncipe de la Canción: José José. La pérdida humana siempre es lamentable, pero hay una melancolía especial cuando se trata de la muerte de un símbolo, un ícono, una leyenda más grande que la vida misma.
Mucho se podrá decir de José José. Desde los demonios que enfrentó en vida hasta los chismes e incertidumbre que rodearon su muerte. Además del elemento humano, su partida anuncia el fin de una era: su música, la cual ya es parte de la identidad mexicana. Su voz traspasó las fronteras generacionales y sus letras se han vuelto parte del léxico nacional.
Muchos intentarán vulgarizar la experiencia colectiva por la que estamos pasando llamándole despectivamente “mame”. Aunque realmente, hay algo poético acerca de la unidad que trae la despedida de un ícono.
Ricos, pobres, fifí, chairos, clasemedieros, jóvenes, viejos, hombres, mujeres… La música de José José nos tocó a todos y nos reúne de una manera que ningún partido político, ideología o religión ha logrado desde hace tiempo.
Ese es el poder del arte, ese es el poder de la cultura. «El Príncipe» puso el talento, pero nosotros le añadimos el significado. La música de José José son las serenatas que unieron a tus padres o las noches que terapéuticamente cantaste, o bien sus letras llorando por desamor.
Es por eso que José José no es solo un talentoso músico; es parte de la experiencia mexicana. No es uno de los grandes: es un gigante.
Como humano vivió una vida imperfecta llena de dolor, errores, decepciones y batallas contra una enfermedad grave que el mexicano tiende a subestimar. Su alcoholismo siempre será parte de la conversación cuando se mencione su nombre, y siempre nos preguntaremos qué más nos pudo haber regalado si no hubiera trágicamente acortado su carrera.
No importa. Así como está, su música ya se encuentra establecida con cimientos de mármol y sus letras inscriptas en oro en la memoria colectiva. Hombres como José José vinieron a este mundo como punto intermedio para trascender en leyendas.
A pesar de que su nombre se repita, un fenómeno como él jamás volverá a repetirse. Porque una leyenda como él no hay dos en la vida por más que se busque, por más que se esconda.
Porque la historia de este gigante se escribió para la eternidad. Porque para su música la nave del olvido nunca partirá, todavía quedan alegrías para darnos y mil noches de amor que regalarnos.
Adiós príncipe, mil gracias por tanto y tanto amor. Espero que hayas encontrado en tu muerte el cielo y la luz, total plenitud, un mar que no tiene final, la gloria y la paz, la gloria y la paz… Como bien dice una de tus canciones, te vamos a echar de menos.