Una noche de misterio

El reloj marcaba las nueve de la noche, la pobre doña Olivares ya llevaba muerta tres horas, antes de ser encontrada por la policía, ella aún permanecía apoyada en uno de los sillones de su sala. La autopsia reveló que la causa de muerte había sido envenenamiento, y cuando los oficiales condujeron pruebas en el poco líquido que quedaba en su taza, descubrieron la fuente del veneno.

Ese día solo había convivido con tres personas: la ama de llaves, la cocinera y el jardinero. Todos coincidieron en que la última vez que se habían visto a doña Olivares había sido para que todos tomen el té, actividad rutinaria que iniciaba a las seis de la tarde. Doña Olivares era quien terminaba su bebida al final, mientras que los demás siempre regresaban a trabajar.

Al cuestionarlos individualmente, la ama de llaves dio como coartada que después del té fue a tomar una siesta en su alcoba, la cocinera se defendió diciendo que se quedó dormida en la cocina después de echar algunos trastes en el lavaplatos, y el jardinero alegó que mientras cortaba algunas rosas sintió un profundo sueño y se quedó reposando en una de las sillas del jardín.

Los oficiales inmediatamente notaron las similitudes entre las historias, lo extraño que era que a todos les diera sueño cuando eran apenas las 6, y que justo coincidía con la hora en la que doña Olivares había fallecido. Condujeron pruebas en las tazas de los demás y se descubrió que a dos de ellas se les había echado un somnífero.

“Rayos”, dijo uno de los oficiales. “Ya podríamos dar con el asesino, pero todas las tazas con excepción de la de doña Olivares son iguales.”

“Tranquilo”, replicó su compañero. “El comportamiento de uno de los sospechosos no concuerda con la información que recopilamos. Creo que tenemos a nuestro culpable.”

Y tú, ¿ya sabes quién cometió el crimen?  

Columna desarrollada por estudiantes de la Escuela de Comunicación y Empresas de Entretenimiento de la Universidad Anáhuac Mayab en el marco de la asignatura «Narrativa Literaria».