Despiertas, abres los ojos, apagas la alarma y entiendes que por fin iniciará todo.
El día llegó, pasaron muchos meses, aguanté cosas que no imaginaría, sin embargo, por fin voy a salir.
No lo podía creer, hace mucho no sentía esta sensación de vestirme pensando en que me vería más gente o de peinarme con el propósito de verme bien ante mis compañeros. Mis outfits padres saldrían nuevamente a la luz.
Por fin pude subirme a mi coche para ir de camino a la universidad, en el trayecto pensaba muchas cosas. ¿Cómo serán? ¿Todavía sabré socializar? ¿Cómo se verán en persona? ¿Los cubrebocas incomodaran la situación?
Con esa peculiar adrenalina que corría por mi cuerpo me iba acercando más y más a la Mayab, imaginando mil cosas, con una expectativa enorme y a la vez pensando: “Todavía no puedes abrazar a nadie”, “No seas encimoso”, “Todavía no estamos en la completa normalidad”.
Al final pienso que olvidaría los pequeños detalles y disfrutaría el momento, entraría agradecido y emocionado de saber que por fin todo estaría mejorando.
Saludaría a todos mis compañeros y maestros, les mencionaría que finalmente se nos hizo, que estamos aquí.
Definitivamente tendría una actitud positiva y seguramente sentiría que poco a poco puedo empezar a escribir mi historia aquí en Mérida.
Regresaría a casa tranquilo de saber que de alguna manera la Anáhuac Mayab por fin conoció a Mario Villacorta.
Así dio inicio la historia de una de las mejores etapas de mi vida. Empezó todo con una incertidumbre total y terminó tal cual la frase: “El tiempo lo acomoda todo”. Las cosas se fueron dando y hoy en día ese joven que alguna vez entró nervioso por primera vez a su Universidad, hoy es una persona enormemente completa.
Columna desarrollada por estudiantes de la Escuela de Comunicación y Empresas Entretenimiento de la Universidad Anáhuac Mayab en el marco de la asignatura «Narrativa Literaria».
