Eh, tú. Sí, te hablo a ti. ¿Por qué no te sientas un ratito a mi lado? ¿Está demasiado sucio? No te preocupes, como te das cuenta no estoy en el suelo, estas cajas son muy fuertes, puedes sentarte con confianza en ellas. Bueno, como quieras, pero por lo menos acércate, ya que, me gustaría charlar un poco contigo ahora que tengo la oportunidad.
¿Quién soy yo? ¿Realmente no me ubicas? Pues yo sí, porque te veo pasar todos los días. Siempre vas con mucha prisa, incluso a veces empujas ligeramente a las personas para abrirte paso entre ellas. Oye, yo te entiendo, se ve que eres una persona muy ocupada, debes tener varias obligaciones. Por eso me he esperado hasta verte con un ritmo menos veloz que el de costumbre para hablarte. Es bueno tomarse un respiro de vez en cuando, ¿no?
Así es, yo siempre me encuentro aquí, este es mi rinconcito. Aquí me quedo todo el día y toda la noche, solo me levanto para buscar algo de comer y satisfacer una que otra necesidad, pero además de eso nunca me muevo de aquí.
Puede que no sea mucho, pero este espacio y estas cajas de cartón son mis únicas pertenencias, aparte de la ropa que llevo siempre y las monedas de limosna que me regala una que otra alma caritativa que pasa por acá. Soy alguien que valora mucho lo que tiene.
Pero bueno, te dejo porque ya te noto con ansias de regresar a tu trabajo. Gracias por concederme esta porción de tu tiempo, en verdad te estoy agradecido. Espero que podamos volver a conversar en alguna otra oportunidad. Y como pequeño consejo, intenta ir un poco más despacio. Puede que yo no sea la única persona a la que hayas pasado por alto.
¡Oye, y también… ah, ya se fue! Bueno, se que yo le volveré a ver. Espero que se acuerde de mí.
Columna desarrollada por estudiantes de la Escuela de Comunicación y Empresas de Entretenimiento de la Universidad Anáhuac Mayab en el marco de la asignatura «Narrativa Literaria».