Mi madre nos ha abandonado, mi padre se ha ido con otra. Solo quedamos mis hermanos y yo.
Estamos solos, no tenemos a dónde ir, solo nos queda un húmedo pedazo de cartón que se humedece con la heladez de la acera al anochecer.
Las noches son tan largas que a veces siento que moriremos congelados mientras dormimos.
Hace mucho tiempo que ya no soy un niño, ahora tengo que ver por dos pequeños, quienes no tienen la culpa de estar aquí.
Todas las noches vivo con la incertidumbre de saber si les conseguiré el pan de cada día a mis pequeños hermanos.
Sé que nada está escrito, pero solo una cosa sé: daría mi vida por ver la alegría que esos ojos reflejan al saber que hoy conseguimos comer.
Columna desarrollada por estudiantes de la Escuela de Comunicación y Empresas de Entretenimiento de la Universidad Anáhuac Mayab en el marco de la asignatura «Narrativa Literaria».