
El nuevo programa gubernamental ha desatado polémica e inconformidad entre los consumidores mexicanos. «Vive saludable, vive feliz» surge con el objetivo de monitorear y mejorar la alimentación de los estudiantes de nivel inicial. Anunciado el pasado 25 de febrero por la presidenta Claudia Sheinbaum, esta estrategia busca contribuir a mejorar el bienestar físico de los más de 11 millones de alumnos de primaria en la República.
Pero en realidad ¿está causando un impacto positivo en la salud infantil o solo está repercutiendo en la economía?

La obesidad en la salud infantil de los mexicanos
La obesidad infantil en México se ha convertido en un tema serio de la salud pública. Según la subsecretaría, el mayor factor a este problema es la mala calidad de alimentación y la promoción del consumo de ultraprocesados y bebidas azucaradas, impulsado por la industria alimentaria.
La ENSANUT (Encuesta Nacional de Salud y Nutrición) Continua 2023 y los Anuarios de Morbilidad confirman que las tasas de obesidad en niñas, niños y adolescentes han seguido una trayectoria ascendente, lo que compromete su bienestar presente y futuro.
Panorama actual de la alimentación en escuelas mexicanas
Según datos de la UNICEF, en el país, el 8.3% de los niños y niñas de entre 2 y 5 años que están en preescolar presentan sobrepeso u obesidad. Esta cifra aumenta a 33.7% a los 6 años, al iniciar la primaria. Está estipulado que tan solo el 18% de las niñas, niños y adolescentes consumen alimentos saludables dentro de la escuela. Además, 84.6% de la población infantil de entre 10 y 14 años, así como 46.3% de los adolescentes de 15 a 19 años, mantienen una vida sedentaria.
Con el objetivo de combatir enfermedades y reducir el consumo de comida chatarra, la Secretaría de Educación Pública en vinculación con instituciones de salud, se encargó de diseñar contenido sobre “Vida Saludable” en la pandemia de COVID-19 en 2020.

Afectación en la economía escolar
La implementación del programa «Vive saludable, vive feliz» ha generado consecuencias no solo en el ámbito de la salud, sino también en la economía escolar. Las cooperativas han funcionado como pequeños comercios y ahora se enfrentan a restricciones estrictas sobre los productos que pueden ofrecer.
Muchos de los alimentos que anteriormente generaban mayor demanda han sido eliminados por no cumplir con los lineamientos nutricionales. Esto ha ocasionado una disminución en las ventas, despidos de personal y hasta el cierre definitivo de las cooperativas. Mientras la salud infantil es una prioridad indiscutible, no puede ignorarse el impacto que esta medida tiene en los ecosistemas escolares y la economía de quienes dependen de estas microempresas.
Si bien la intención de la nueva ley parece responder a una necesidad real y urgente, se debe cuestionar si su ejecución está contemplando todas las aristas del problema. ¿Puede una regulación enfocada únicamente en la prohibición generar un cambio profundo y sostenible?
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