El reciente episodio protagonizado por manifestantes antiisraelíes frente a una sinagoga en Manhattan ha generado una ola de críticas hacia el alcalde electo de Nueva York, Zohran Mamdani, y una fuerte preocupación entre líderes de la comunidad judía. Durante la protesta, manifestantes corearon consignas hostiles como “¡Muerte a las Fuerzas de Defensa de Israel!” y “¡Globalizar la intifada!”, acompañadas de insultos dirigidos a quienes ingresaban al templo.
La manifestación tuvo lugar luego de un evento de la organización Nefesh B’Nefesh en la sinagoga Park East Synagogue, lo que desató una reacción inmediata de rechazo. Algunos manifestantes justificaron su presencia con críticas a la migración judía a Israel, denuncian ciertos medios.
Frente a estos hechos, Mamdani —quien asumirá el cargo en enero—, a través de su vocera, condenó el uso de un lenguaje de odio. Según declaraciones citadas por diversos medios: “todo neoyorquino debe ser libre de ingresar a un lugar de culto sin intimidación” y los espacios sagrados “no deben usarse para promover actividades que violen el derecho internacional”.
Pese a esa condena parcial, sectores de la comunidad judía y organizaciones de defensa de derechos humanos han manifestado su desconfianza, señalando que la anterior trayectoria de Mamdani —marcada por posturas críticas hacia ciertos actos del Estado israelí— incrementa la incertidumbre sobre su capacidad para garantizar la seguridad física y el respeto religioso en la ciudad.
Este incidente se suma a un contexto de creciente polarización social en Nueva York, donde la reciente elección de Mamdani generó divisiones intensas: para muchos representa una esperanza de cambio social, para otros una amenaza latente frente a comunidades vulnerables.
La controversia —y la reacción de líderes judíos— pone en evidencia el delicado equilibrio que deberá manejar la próxima administración para asegurar la convivencia, el respeto a los derechos religiosos y la protección contra actos de odio.