Por: Daniela Peraza y Alejandro Fitzmaurice
Año con año, la matanza de Tlatelolco es recordada, y para conmemorar el 2 de octubre de 1968, fecha en la que un número no reconocido de estudiantes fueron asesinados por protestar en contra del gobierno del Presidente Gustavo Díaz Ordaz, se realiza un breve rencuentro de toda la literatura y el cine alrededor de la tragedia, lo cual demuestra que, de entre la sangre y la vergüenza, la belleza puede surgir.
En este sentido, el 2 de octubre ha sido recreado con varias películas y documentales, a través de los cuales se han dado a conocer datos importantes sobre el acontecimiento.
El primero es Rojo Amanecer (1989), filme escrito por Xavier Robles y Guadalupe Ortega y dirigido por Jorge Fons, el cual, a pesar de su carácter ficcional, está asentado en una ardua investigación por parte de la también periodista Ortega. De esta forma, la película narra los acontecimientos de aquel día desde la perspectiva de una familia que vive en un complejo departamental ubicado en la Plaza de las Tres Culturas, y que al final, sufre las consecuencias de involucrarse en favor de los estudiantes.
Por el lado de la no ficción destaca, con méritos propios, el documental El grito, material incluido en la lista de las cien mejores películas mexicanas de la historia. Este trabajo de no ficción, realizado enteramente por estudiantes del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM y dirigido por Leonardo López Aretche, describe diferentes momentos del conflicto estudiantil, incluido su brutal final, al igual que el inicio de las Olimpiadas celebradas en México dicho año.
Por otra parte, la literatura y el periodismo también presentan testimonios fundamentales de aquel rojo octubre para nuestro país. Así, libros como Parte de Guerra (1999) escrito por Carlos Monsivais y Julio Scherer y Disparos en la oscuridad del escritor Fabrizio Mejía Díaz son notables ejemplos de lo anterior. Sin embargo, el texto sin duda más conocido a nivel mundial es La noche de Tlatelolco escrito por Elena Poniatowska.
