Primera función
El tiempo en el centro pasa igual que siempre. Gente viene y va. El humo del transporte público ensucia el aire. Los edificios coloniales siguen fuertes, atestiguando todo, y hoy, verán recorrer mucha gente por causa de un evento un tanto peculiar: el tercer día de la IV edición del festival de cine fantástico y de terror, Mórbido, Mérida.
Y aquí estoy. El teatro Armando Manzanero y sus 64 años me reciben con una gran marquesina, apagada porque es de día, pero hermosa de cualquier manera. ¡Qué buen lugar para hacer un festival de cine de terror! Los teatros siempre tienen algo tétrico en ellos. Si los fantasmas existen, estoy segura de que viven aquí.
Mientras recorro el lobby para llegar a la taquilla, un desfile de botas de cuero, melenas larguísimas, camisetas de negros espesos, estoperoles y demás ornamentos, llaman mi atención. No hay mucha gente, pero la que hay, me hace pensar que no encajo aquí. Creo que nadie con una blusa rosa pastel y aplicaciones bordadas, encajaría entre látex y zapatos de obrero negros.
No interesa. Ellos y su autenticidad son los que importan. A esta gente que lleva la oscuridad como bandera, a esta gente a la que no le importan los 33ºC meridanos de media tarde, a esta gente aficionada al terror, se le nota la emoción en el rostro. Ellos son tan oscuros como sus ropas. Sus sonrisas, no tanto.
–¿Me da una entrada para Mórbido?
–Aquí no vendemos las entradas, tienes que ir a la chaya maya, a la jarana o al pez gordo.
– ¿Por qué no venderían entradas para el evento en el lugar del evento? ¡¿Qué rayos?!
-Yo tengo uno ¿Lo quieres?
Volteo a mi derecha e inclino la mirada. Un muchacho con el cabello lacio hasta los hombros me ofrece, con voz tímida, un boletito amarillo. Estaba sentado con su grupo de amigos en la escalera de la entrada. A todos se les notaban las ansias por entrar. Las suelas de sus plataformas no dejaban de golpetear el suelo.
-Sí lo quiero, mil gracias.
Saco $15 pesos y saldo mi deuda.
Faltan 20 minutos para la función. La gente comienza a hacer fila en el centro del teatro. No es mucha gente, esperaba ver más, sin embargo, puedo asegurar que nunca en mi vida vi tantos estoperoles.
Ya es hora, entramos. Una pequeña ola negra me arrastra al interior del rojo teatro. Antes de comenzar la proyección, Sergio Aguilar, uno de los coordinadores del festival, da una breve explicación de ‘Abre tus ojos’. Finaliza con un “esta sala se va a llenar, se va a llenar de gente que quiere ver cine de terror”. La gente aplaude, chifla, grita. Y ahora sí, que comience la función.
Segunda Función
Son las 7:00 pm. La oscuridad ahora es real. La ropa de la mayoría, ahora combina con el cielo, y bueno, ya no hay tanto calor. Si no los hubiera visto a las 4 de la tarde, pensaría que su termostato interno está normal.
Salgo del teatro y me encuentro con una fila titánica. Es real, la alineación de personas le da la vuelta a la cuadra. Me queda claro que Sergio Aguilar tenía razón: “La sala se va a llenar de gente que quiere ver cine de terror”.
Recorro la fila con la vista, no, la recorro con el cuerpo entero. El alcance de mi vista no es tan poderoso para cubrir esa fila. Mientras camino, veo gente de todos los aspectos. Ya no hay solo gente oscura, ahora hay personas con playeras de rayas, niñas con tacones, gente con máscaras. Es toda una variedad de personajes.
Mis ojos encuentran rostros conocidos, bastantes rostros conocidos. Solo me detengo por uno: Shaggy.
-Shaaaags!!
-¡Anita! ¿Qué pacho? ¿vas a entrar?
-Sí, aguántame lugar en la fila no seas malo, ya vuelvo.
-Va que va
Tan lindo shaggy, haciendo paros dentro y fuera de la uni.
Veo también a Daniel, a Chopper, a Orfi y a Juan Esteban. Todos reciben el beso de protocolo, y con él, mis más sinceras felicitaciones. Ellos son parte de esa producción causante de semejante filota. ‘Sajkil’ es el nombre del cortometraje compuesto por 15 cineminutos, cada uno dirigido por un realizador yucateco. Ya casi vamos a entrar. Regreso a mi nuevo lugar en la fila.
-Joven ¿no quiere una rosa para la dama?
-No, ahorita no, gracias.
Ya se me había olvidado que estábamos en el centro.
Por fin entramos. La gente se apresura a encontrar lugares. Hay mucha gente. Comienzo a dudar que las butacas sean suficientes. Mi acompañante y yo encontramos dos cómodos asientos del lado derecho, qué suerte.
Cuando finalmente toda la gente está sentada, volteo a mis alrededores y soy testigo de una multitud que contagia ansias y emoción. Por Dios, yo también quiero que la función comience ya.
Los coordinadores del evento suben al escenario y presentan con gran entusiasmo a los 15 directores yucatecos creadores de ‘Sajkil’ Reconozco a Daniel, a Guilie y a Juan Esteban. No soy tan cercana a ellos, pero me llena de orgullo verlos parados en ese escenario. Realmente me siento orgullosa. Los aplausos, silbidos y ovaciones son cautivantes, no puedo evitar sonreír.
Antes de bajar del escenario, los jóvenes coordinadores hacen una insistente invitación a publicar qué tan llena se encontraba la sala. “Hay rumores de que las funciones no se están llenando. Vamos a sacarlos de su error. Etiqueten a toda la gente que puedan etiquetar, suban fotos, publiquen”
Así es: dicen las malas lenguas que la Secretaría de Cultura les quería cancelar el festival porque “no habían llenado”. Además de otras situaciones que, bajita la mano, querían perjudicar al evento. Lo bueno es que en Yucatán se apoya al cine, imagínense si no. ¡Qué triste que lo que no se le puede vender al turista, para el estado, no sea cultura!
La proyección comienza. Al término de cada cineminuto, el público aplaude con euforia. Me uno a la ola de aplausos, pero mis palmas suenan más fuerte al término de ‘Afelio’, ‘Juego Nocturno’ y ‘Maketch’, de Daniel, Juan Esteban y Guilie, respectivamente. Lo siento, tengo a mis favoritos. ‘Sajkil’ llega a su fin. Los asistentes no paran de ovacionar a los realizadores y yo no paro de sonreír.
Después, viene el filme de Adrián García Bogliano, “Ahí va el diablo”. La descripción previa que dio el director no pudo ser más acertada: “Mucho sexo y mucha violencia”. Me pareció buena, no excelente, buena. La verdad sigo emocionada por mis colegas.
Es hora de salir de la sala. La gente se ve satisfecha, como orgullosa de haber presenciado tal acontecimiento. Se acabó el terror, se acabó la sangre, se acabó la fantasía. La oscuridad no, esa vive bien en lo profundo de esa gente de hoy, de esa gente que por siempre quiere ver cine de terror.