Tori Cameron nació con epidermólisis bullosa, una enfermedad genética en la que su piel, por ser tan sensible, produce úlceras similares a quemaduras a partir de un simple roce. Para la bebé, el 70% de su cuerpo cubierto por ampollas resultaba sumamente doloroso y durante dos meses sus padres no podían siquiera abrazarla, pues podían causar el brote de más heridas, y corrían con el riesgo de producir infecciones.
La condición puede ser mortal, pues llega a producir ampollas en las vías respiratorias y el esófago, haciendo más difícil las tareas de comer o respirar.
El 13 de enero de 1999, los médicos en el hospital Jackson Memorial de Miami, por primera vez injertaron piel artificial en un menor: Tori. La piel que restauró el cuerpo de la paciente fue de Apligraf –un producto desarrollado por los laboratorios Novartis que se había dedicado a hacer experimentos al respecto y a reponer pequeñas partes de piel en adultos-. Los “parches” de Alpligraf que le colocaron a la niña están hechos a partir de células vivas de piel humana combinadas con colágeno de vaca.
La operación estuvo a cargo por la dermatóloga Anna Fabella, quien llevaba tres años estudiando la piel artificial. Se necesitaron 20 parches para cubrir el cuerpo de la niña y al cabo de unos días la doctora reportó que Tori ya reaccionaba positivamente al tratamiento. Los padres de la bebé estaban satisfechos y pronto los medios comenzaron a difundir la noticia.
Con sólo un día de haber realizado el injerto, y con un 40% de piel curada en el cuerpo de Tori, el hospital Jackson Memorial recibió llamadas de todas partes de Estados Unidos para que se atendieran a otros niños con problemas dermatológicos similares.
Fuente: miami.edu, nacion.com