Por: Valentina Álvarez Borges
Cuando compras comida fuera de casa, ¿qué prefieres comprar? ¿algo barato, algo sabroso o algo saludable? ¿Alguna vez has pensado que este tipo de decisiones van a determinar gran parte de tu vida? ¿Por qué es importante conocer lo que ingerimos?
Hoy en día, prácticamente todos los productos de los supermercados están genéticamente alterados para verse más bonitos, para tener un mejor color, sabor u olor. Además, la mercadotecnia se ha encargado de hacernos creer que necesitamos consumir sus productos para tener una “dieta balanceada”.
Por ejemplo: ¿conoces algún otro mamífero (además del ser humano) que siga consumiendo leche después de su etapa de desarrollo? Nosotros no sólo prolongamos nuestro consumo de la leche, sino que consumimos la leche de hembras de otra raza (raro, ¿no?). Además de eso, la leche que nos venden ha pasado por procesos de pasteurización que eliminan las enzimas naturales y alteran las proteínas; por esto, muchas personas son intolerables a la lactosa. En general, los productos lácteos como quesos, cremas y yogurt, suelen estar muy alterados.
Existen muchos alimentos mucho más ricos en calcio que la mayoría de los lácteos; como por ejemplo: leche de arroz, leche de cebada, leche de alpiste, leche de almendras, leche de avena, leche de soya, leche de avellanas y tofu (en lugar de queso). Muchas de estas leches pueden incluso fabricarlas en casa, y casi todas se pueden conseguir en tiendas naturistas o en algunos supermercados.
Eliminar o reducir el consumo de lácteos te puede traer muchos beneficios de salud. Los lácteos nos hacen producir mucha mucosidad (agrava padecimientos respiratorios, alergias, infecciones, etc.). Además, tienen un nivel bastante alto de colesterol, grasa y azúcar que nuestro cuerpo no tiene porqué consumir. También es importante estar conscientes de que hoy en día las vacas que producen la leche que consumimos reciben tratamientos hormonales para producir más leche, lo cual les ocasiona enfermedades que intentan curar con antibióticos, y todo esto nos llega a nosotros cuando consumimos los productos lácteos.
Otro ejemplo que merece la pena mencionar: el consumo de carne. Personalmente, creo que es innecesario, pero muchas personas creen que sí lo es. Como postura neutral, diría que lo mejor sería saber de dónde proviene la carne que comemos (si es que la comemos). La carne que normalmente compramos (por su accesibilidad) proviene de animales que fueron engordados de maneras poco saludables (tanto para el animal como para el consumidor) y muchas veces también fueron maltratados. Menciono algunos inconvenientes generales del consumo de la carne:
– Para producir 1kg de carne de vaca, se necesitan 15,000 litros de agua.
– La carne tarda de 2 a 3 días en terminar de digerirse y procesarse en nuestro cuerpo.
– Las proteínas que brinda la carne, pueden sustituirse con muchos alimentos: legumbres, cereales, frutos secos, semillas, etc.
– Nos han acostumbrado a consumir 4 veces más carne que la que el cuerpo puede asimilar de manera saludable.
– Hay personas que, literalmente, se están muriendo de hambre como consecuencia de los monopolios que controlan la producción y venta de las carnes.
– La ganadería no sólo está acabando con ecosistemas importantes del planeta (como la selva amazónica) sino que además contamina el aire con altos niveles de CO2, así como la tierra y el agua subterránea.
– Es muy cara.
– Casi siempre contiene hormonas, pesticidas, antibióticos, entre otras toxinas.
– Mira tus brazos, tus piernas, tu cara… también estamos hechos de carne.
Evitando meter sentimentalismos, solamente te pido que consideres que ningún animal eligió su destino. El cerdo no escogió ser cerdo y tampoco merece ser un platillo sólo por su condición. Sobre todo si ya sabemos que NO necesitamos consumirlo para estar sanos, y que por el contrario, nos hace mal.
Si eres fan de la carne o piensas que es necesaria para la salud, está bien que sigas consumiéndola. Simplemente tómate la molestia de averiguar de dónde viene y qué contiene.
¿Qué mejor que consumir únicamente lo que nosotros producimos? El sueño utópico de tener un jardín en donde puedas cosechar tus propios alimentos no está tan lejano; no sólo porque sí es posible mantener algunos huertos urbanos en casa, sino que ahora en nuestra ciudad existen muchos organismos y nuevas empresas naturistas y orgánicas que suministran tanto vegetales, frutos, carne, huevo, y otro tipo de productos que fueron tratados de manera orgánica de principio a fin. ¿Qué significa esto? Que no intervino ningún contaminante ni toxina. ¿Vale la pena invertir un poco en mejorar nuestra alimentación? ¡Claro! Es una manera de ahorrar; te vas a sentir mejor tanto física como emocionalmente, vas a gastar menos en doctores y medicinas, y a la larga la inversión en tu alimentación será benéfica porque tu cuerpo estará mucho más sano y vas a dejar de enfermarte frecuentemente; vas a tener más energía (que antes usabas en digerir carne o productos malamente procesados), vas a tener un mejor estado de ánimo, vas a tener una alimentación mucho más variada y completa. Con un consumo inteligente, definitivamente puedes ahorrarte una serie de malos ratos que pueden cambiar por completo tu calidad de vida.
Alimentarse no es lo mismo que nutrirse. Nuestro cuerpo necesita una serie de nutrientes para poder estar sano. Además, una nutrición adecuada es un eslabón importantísimo en el crecimiento y desarrollo del cuerpo humano. Recuerda que tu cuerpo es el medio que te permite formar parte de este planeta; si lo maltratas, sólo te complicas la vida (literalmente) y sólo tenemos una vida. Con los años, el cuerpo refleja el trato que se le dio cuando estaba en desarrollo: la alimentación, el ejercicio, las horas de sueño, etc. Si eres de quienes piensan que van a vivir “forever young” sólo quisiera decirte que el cuerpo resiente todo y cada cosa que le des será lo que te devuelva. Consiéntete y se consiente: quiérete, cuídate, despierta, tómate el tiempo de averiguar qué es lo que te está alimentando.