A pesar de que ya acabó el «mes más terrorífico» del año, traigo este cuento corto de miedo. Disfruten.
Es media noche… o al menos lo era cuando cerré los ojos para tratar de dormir. Estoy sola, o al menos eso parece. Me comienza a faltar el aire, respiro de manera agitada, lágrimas se acumulan en mis ojos… no puedo moverme y la impotencia me consume. Un ataque de pánico. Trato de calmarme, pero no puedo, lo que intento solo empeora las cosas. Unas manos me toman de los hombros. Unas manos muy frías.
-Calma Elena, respira conmigo- la voz de alguien se hace presente, siento que toman mis manos y las ponen en su pecho, me concentro en imitar el ritmo que siento. Lo logro, lentamente me voy calmando. Levanto la vista y un jadeo sale de mis labios.
Delante de mí, una figura negra, delgada, de ojos rojos como la sangre me observa. Es el responsable de calmarme, pero su presencia me incomoda, quiero salir corriendo, pero no puedo, algo me lo impide, estoy congelada en mi lugar. Parálisis de sueño pienso aterrada.
-Vamos pequeña, hora de que me des lo que quiero- dice, yo solo imploro clemencia con los ojos.
Frente a mí, agachada a la altura de mi cama, está el responsable de mis inseguridades, miedos, peores pesadillas, noches de insomnio y parálisis del sueño. Mi propio “demonio” personal… si es que a esa cosa se le puede llamar así.
Esa cosa parece abrir la boca y mi miedo no hace más que aumentar. Trato con todas mis fuerzas de moverme, pero no puedo. Lo veo acercarse a mí, más lágrimas caen de mis ojos. Por fin, mi cuerpo reacciona y suelto un grito de terror absoluto, las enfermeras entran e intentan calmarme, nada funciona. Un doctor es llamado para sedarme, lo último que veo antes de caer ante los efectos del calmante es a esa cosa, sonriendo con malicia.
-La próxima vez, no escaparás pequeña.- dice como promesa.
Lo peor, es que sé, que esa cosa, siempre cumple sus promesas.
