Entre aromas a cempasúchil, altares coloridos y ladridos que parecían eco del alma, Pixán Peek 2025 llenó de vida los parques de Mérida. Este homenaje a las mascotas que partieron se celebró simultáneamente en el Parque de la Plancha y en el Parque de los Policías, en el fraccionamiento Las Américas, donde decenas de familias se reunieron para recordar a sus compañeros de cuatro patas.
En esta edición, la memoria y el amor se entrelazaron con la tradición del Día de Muertos, transformando el espacio en un altar colectivo donde cada huella contaba una historia.
Caminar entre los altares era como adentrarse en un collage de vidas. Había fotografías enmarcadas con flores, juguetes viejos, croquetas, moños, y hasta peluches que parecían guardar silencio en señal de respeto. Los asistentes no sólo recordaban a sus mascotas, sino que también celebraban el presente junto a las que aún los acompañan. Porque en Pixán Peek, el recuerdo no duele: se ilumina.
El festival también fue una fiesta viva. Entre luces, música y risas, las familias participaron en el concurso “¡Qué Perro Disfraz!”, donde la creatividad se volvió un acto de amor. Cada traje hecho a mano, no era sólo un disfraz, sino una forma de agradecer por la compañía, la paciencia y el cariño.
Voces que dan vida a las huellas del recuerdo en el Pixán Peek
Lisa, quien acudió junto a Chiqui, una pequeña chihuahuita con un soplo en el corazón, compartió con ternura que su perrita “nació en casa y ha sido parte de mi vida por once años”. Vestida con un disfraz hecho de foamy reciclado, Chiqui robó sonrisas entre los asistentes. Para Lisa, este homenaje no era sólo una tradición, sino “una forma de agradecer por todo lo que ella me ha dado, incluso con sus enfermedades”.
Más adelante, Roger llegó con Samy, una labradora que debutaba en su primer evento. Con una mezcla de emoción y nervios, contó que la adoptó para sus hijos, luego de haber sido maltratada. “Le está costando convivir con otros perritos, pero verla aquí, feliz, es un recordatorio de que el amor también cura”, dijo, mientras su esposa ajustaba el pequeño disfraz de Catrina que ellos mismos confeccionaron.
Entre las sombras del atardecer, Arleth apareció con Coffee, o “Chupu”, como cariñosamente le dice. “Es una bebé de dos meses y medio”, explicó, “su disfraz de alebrije está hecho con cartón, crayones y limpiapipas”. Más allá del colorido traje, la historia detrás conmovió a quienes la escucharon: Coffee lleva el nombre de sus hermanitas fallecidas, “porque creo que, de alguna forma, ellas viven a través de ella”.
Así, entre relatos, risas y miradas nostálgicas, Pixán Peek 2025 se convirtió en mucho más que un concurso o un festival: fue un espacio de reencuentro espiritual, donde cada ladrido y cada flor recordaban que el amor no desaparece, sólo cambia de forma. En cada altar, en cada disfraz hecho a mano, y en cada palabra susurrada frente a las velas, regresaban las huellas de quienes nunca se fueron del todo.





