Por Lucía Cervera, egresada Comunicación.
En una casa de la avenida Alemán, frente a la gasolinera, en la esquina con Circuito Colonias, hay una casita, que tiene un letrero: “Todos los problemas del mundo son por falta de comunicación”.
La edad me ha demostrado que esa casa tiene toda la razón. Pongo aquí algunos ejemplos reales.
En el matrimonio: Las cosas que él y ella no dijeron a tiempo, o dijeron con cierto tono, hacen mucho daño. Es increíble la cantidad de veces que mi esposo ha pensado que quise decir “X” cuando en realidad mi intención era decir “Y”, o no era decir nada en absoluto. Los esposos se vuelven maestros en el arte de interpretar señales, gestos, sonidos, cuando no hay ninguna necesidad de convertirse en intérprete del cónyuge. Basta con decir las cosas abiertamente, sin emocionarse. Eso es clave. Cero emociones, como el Dr. Spock, cuya principal característica era que carecía de la capacidad de sentir tristeza o alegría, enojo o frustración. ¡Cuántas veces no he querido ser como él! En el matrimonio, lo mejor es decir las cosas abiertamente, sin tapujos y sin emociones. Si no puedes ser completamente transparente con tu marido/esposa, vale la pena hacer un alto y trabajar en ello, porque es una realidad que es bien importante poder ser abiertos al máximo. Si no es con él (ella), ¿pues con quién?
En el trabajo: En el ámbito laboral, para no tener problemas de comunicación, lo mejor es invertirle tiempo al tema. Si uno dice algo al jefe o al compañero de trabajo, en modalidad resumida, sin explicar todos los detalles, está buscándose un problema. Me ha pasado varias veces. Por ahorrarme tiempo o por simple flojera, no he detallado tal o cual procedimiento o aquella decisión, y esto se me ha revirado en mi contra. “¿Porqué no me lo dijiste?” ¡Pues porque no pensé que fuera necesario!” Pero ya es demasiado tarde, ya las consecuencias se han generado, como siempre, ya que todo, todo, todo, tiene consecuencias. Gracias a Dios, existe el correo electrónico, que nos sirve mucho para esto. “Pasó esto y esto, pero más tarde te mando un correo explicando con detalle” Ahí es cuando uno se debe de explayar a gusto. Poniendo todo verazmente y sin falta ni una coma. Porque de esta forma, ya podemos decir, con la verdad en la mano, “te mandé un correo explicándote, ¿recuerdas?”
En las relaciones amistosas. Una amiga de hace veinte años llega y me dice: “¿Estabas enojada ayer conmigo” Mi respuesta: “para nada. ¿por?” Su respuesta: “porqué en lugar de decirme ¡Hola, Fulana! Me dijiste ¡Hola, Mujer” Bueno pero qué necesidad de estar buscando moros con trinchetes. Gracias a que esta amiga fue sincera conmigo, pude aclararle que al decirle “Hola, mujer” no quería implicar enojo ni molestia ni nada. Simplemente se me ocurrió así, en ese momento.
Por eso, aquella casa en la colonia Alemán, tiene toda la razón. Detalles en la comunicación pueden resquebrajar matrimonios, empleos y amistades. Así que, a ser veraces, a ser completos, y a ser objetivos.