Desde hace ya una semana se mencionaba en diversos medios el rumor de que el gobierno Argentino tuviera la intención de expropiar la petrolera española Repsol YPF. Este lunes 16 de abril, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner presentó el proyecto de ley que matiza una acción que ignora las amenazas de “represalías” que tomaría el gobierno Español. Controlando el Estado el 51% de las acciones, con el 49% restante dividido entre las provincias integrantes de la organización federal de estados productores de hidrocarburos, Repsol pierde el 50% de su producción y 40% de sus reservas, otorgando a Argentina acceso al 34% de la producción nacional y al 50% de la capacidad de refino del país. Sin embargo, el tesoro escondido detrás de toda la disputa es el yacimiento de petróleo y gas no convencional en Vaca Muerta, cuyas reservas pueden triplicar las reservas del país.
Ahora bien, lejos de los beneficios porcentuales y la tentativa autosuficiencia energética, la cuestión analizable debe dar un paso más profundo y discutir el planteamiento ideológico del gobierno Argentino. Con una jugada de corte totalmente izquierdista (impredecible de una Presidenta históricamente Peronista), Fernández de Kirchner lanza un antiguo dardo ideológico al conquistador español cuando éste pasa justamente por uno de sus lapsos más vulnerables. El entorno mediático del país ibérico, por medio de enumerar todos los casos de inversión española en Argentina) se ha encargado de intentar engrandecer las repercusiones de una ruptura en las formalidades internacionales. En realidad, sin embargo, España está muy lejos de poder ejecutar medidas de bloqueo financiero, ya que en su posición de endeudada no hay plata que se menosprecie. En el peor de los casos, el país sudamericano perdería BBVA y Santander, que representan un 5% de la inversión bancaria.
Los medios y el gobierno Español han calificado estas acciones como imposibles, aunque legalmente no exista una defensa sólida para Repsol. Diplomáticamente puede verse como un atraco a la inversión privada y extranjera; una actitud nacionalista que se cierra a una economía global. Por otro lado, hay quienes adoptan el sorprendente movimiento como el reclamo de un derecho patrimonial. El rumbo que tomarán las negociaciones está aún por verse y podría terminar en un modesto consenso. La ruta tomada es una clara referencia a un poder que la socio-economía contemporánea había dejado por muerto y sin ánimas de ejercerse.