Del segundo debate entre los candidatos y la candidata a la Presidencia de la República organizado por el IFE se puede afirmar con certeza que fue muy diferente al primero. Hubo un cambio notable en los roles ocupados, así como la transformación de personajes. De manera cada vez más contundente se van moldeando a lo que será la figura que rija este país, dejando atrás formalidades y estrategias de campaña, para revelar la verdadera cara política de cada aspirante.
Por orden del lugar que ocuparon en el debate, primero estuvo López Obrador:
Hace un mes se vió a un Andrés Manuel que (como él mismo advirtió) no se preparó y se dedicó a decir “lo que le naciera”. El resultado fue una serie de ataques hacia Peña Nieto y un desvío temático drástico a la hora de definir propuestas. Al candidato del PRD, PT y Movimiento Ciudadano se le ha visto muchas veces como un contestatario y muchos de sus opositores aseguran que busca una “venganza”. Sin embargo, a lo largo de este debate, AMLO en ningún momento atacó de manera personal a ninguno de sus contrincantes y en contadas ocasiones estableció diálogo con alguno, rescatándose únicamente responderle a Quadri su visión acerca de la descriminalización del aborto y a Vázquez Mota aclarándole su relación con el PRI. Mantuvo el mismo discurso político anti oligarquías que ha llevado a lo largo de su campaña, pero dedicándole esta vez más tiempo a definir y sobre todo a explicar sus propuestas de gobierno. No fue una presentación perfecta y sus deficiencias a la hora de ordenar y expresar ideas se notaron sobre todo durante la fase final, en el tema de “Desarrollo Social y Desarrollo Sustentable” (que irónicamente, se supone es de los que más domina). Entre lo más destacado estuvo el nombramiento de su Gabinete de Gobierno, que incluye, entre otros, a Marcelo Ebrard, Juan Ramón de la Fuente, René Drucker y Elena Poniatowska (exceptuando la mención de Adolfo Hellmund, propuesto Secretario de Energía e involucrado en la cena del “charolazo”).
En segundo lugar estuvo Gabriel Quadri:
En el pasado debate, independientemente de los resultados finales en encuestas, la opinión popular fue homogénea a la hora de valorar al candidato de Nueva Alianza como el que “mejor debatió”, puesto a que es imposible negar que fue quien más propuestas presentó y definió. Sin embargo, su presencia y papel de benefactor en última instancia de Peña Nieto fue evidente al analizar la situación política (como ya detallé en mi último artículo). Esta vez, lejos quedó el Quadri serio, profesional y académico que enamoró a miles de votantes indecisos. En cambio, resaltó la figura de un candidato que sabe que no tiene nada que hacer ahí y cuyas acciones no fueron más que obvios intentos de saboteo hacia Andrés Manuel y Josefina. Comenzó con el hipócrita discurso de “ellos los políticos y yo el ciudadano” (cuando lleva más de 15 años ocupando puestos y militando) que ya se volvió cínico y fastidioso. Luego, se dedicó a preguntarles a los demás candidatos su postura acerca de diversos temas correspondientes a cada bloque (legalidad del matrimonio entre personas del mismo sexo, descriminalización del aborto, la apertura a un tratado de libre comercio con China, entre otros) y haciendo énfasis en que no se le contestaba. Con esto reveló su clara estrategia de intentar provocar a los contrincantes para desviar su tiempo de respuestas y exposición. Varias veces le exigió a López Obrador que profundizara en sus propuestas y explicara el cómo planeaba financiar sus planes de acción, calificándolos como insostenibles (acción que nunca tomó contra Peña Nieto). Con Vázquez Mota también tuvo sus altercados: luego de que ésta lo calificara como títere de Elba Esther Gordillo, Quadri mostró una imagen perteneciente a un video de Youtube (“Querida Amiga”) que invitó al público a ver, en el que la candidata del PAN y la líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación se ven en plan amigable. Esta última acción es la más reveladora en cuanto a las intenciones del candidato; es decir, está abiertamente posicionando a “La Maestra” como una figura negativa, a pesar de ser la razón a la cual “le agradece la oportunidad de ser Presidente”. Esta incongruencia afirma su única intención de perjudicar a AMLO y a Josefina en beneficio de Peña Nieto.
La tercera posición fue ocupada por Peña Nieto:
Del candidato del PRI y PVE es de quien menos se puede hablar en este debate porque fue quien menos tuvo qué decir. A diferencia del anterior, en el que cayó varias veces en las provocaciones de López Obrador y Vázquez Mota, ahora se mantuvo más frío y sereno. Respondió a una de las incógnitas de Quadri (aunque sin congruencia, ya que expresó que apoya la descriminalización de las mujeres que “lamentablemente” decidan abortar) y contestó de manera diplomática a Josefina. Con AMLO no tuvo mayor problema debido a que éste nunca le atacó de manera personal. Sin embargo, lo criticable de Peña radica justamente en lo vacío de su discurso. Cualquier preparatoriano en un concurso de oratoria pudo fácilmente haber usado las plantillas predeterminadas y de cajón que presentó como propuestas de gobierno. Su argumento fue un “vas a ganar más” en todo su esplendor populista. Mucho más que al candidato de izquierda, era a Peña Nieto a quien se le debió preguntar el “cómo” de sus proclamaciones. Desde un punto de vista estratégico, tal vez fue el mejor modo de acción: mantenerse neutral y sin arriesgarse a perder puntos, ya que sigue siendo el puntero en las encuestas.
Por último, la cuarta posición la ocupó Josefina Vázquez Mota:
La única mujer de la noche y de la contienda optó por resaltar justamente ese hecho como el símbolo de su discurso. Llegó al nefasto punto de pedir al público imaginar a los candidatos como si fueran también mujeres. Al parecer, la aspirante del PAN cree también que esto es suficiente para ganarse a todo el electorado, ya que no planteó propuestas y prefirió emplear el resto de su tiempo para desacreditar a López Obrador y a Peña Nieto, siendo este último el más atacado. Quadri tampoco se salvó de las provocaciones de Josefina y fue quien le contestó de manera más personal. De resto, su exposición tuvo el mismo tono robótico del pasado debate; carente de fuerza y credibilidad. Lo grave de Vázquez Mota, sin embargo, gira alrededor de lo que no dijo de manera explícita pero sí acuñó de diversas maneras: los movimientos estudiantiles. Mostró imágenes de Peña Nieto siendo perseguido en la Universidad Iberoamericana y varias veces se proclamó la candidata “de los estudiantes”. Nunca hubo una mención como tal de #YoSoy132, pero el aire implícito estuvo muy marcado y la candidata no debe olvidar que la causa es apartidista.
En general, el formato de este debate fue mucho más práctico y benéfico que el anterior. En fondo, el resultado fue una sucesión de ideas mucho más ordenadas y aterrizadas a las temáticas correspondientes. ¿Un debate como tal? Lejos estuvo de serlo y más bien pareció una oratoria electoral. Empero, es necesario recordar que pocas son las veces en las que siquiera este ejercicio se da en televisión abierta y mucho menos en la cadena nacional de mayor alcance (Canal de las Estrellas). A este punto ya es más que imposible creerle a las encuestas, luego de que se descalifiquen entre sí, se descalifiquen a los medios por parte del extranjero (caso The Guardian) y finalmente se descalifique a todo el aparato por parte del electorado y su más reciente expresión, los movimientos estudiantiles. Es imperativo recordar que este debate y las acciones tomadas por los y la candidata son el reflejo de lo que nos espera en los próximos seis años de Presidencia de la República. Restando menos de un mes, no queda sino discutir y propagar el tema para poder ejercer un voto personal y responsable, pero sobre todo, útil.