Por Rodrigo Buenfil
En los últimos cien años, la tecnología ha avanzado de manera impresionante pero… ¿Qué tanto hemos avanzado nosotros?
La invención de la radio, televisión, las computadoras y la tecnología inalámbrica son tan solo algunos de los ejemplos de lo mucho que ha avanzado la tecnología. Se ha disuelto nuestra realidad, que alguna vez estuvo apegada a la naturaleza. El sistema operativo que llamamos “cultura” no fue determinado desde el día que nacíamos por un conglomerado de máquinas.
Es extremadamente difícil alcanzar a desnudar el alma con todos estos distractores; si te quitas la ropa sigues cargando tus asunciones religiosas, tus prejuicios, tus ilusiones, relaciones, decepciones y por supuesto, la dependencia tecnológica. Imagina que viéramos la manera en la que vivimos hoy en día como un sistema operativo; probablemente nos llevaría a pensar inmediatamente lo que pasaría si decidiéramos cambiarlo o adaptarlo a nuestro modo.
La cultura que gira alrededor de la tecnología es lo que impera; nos ha desapegado del profundo pensamiento humanista. No tenemos que ser víctimas de la cultura tecnológica o un producto directo de ella. Definitivamente podemos decidir. Un buen camino para llegar a descubrirnos es ocasionar la muerte de nuestro propio ego, esa unidad dinámica que constituye el individuo consciente de su propia identidad a veces está completamente nublada de falacias y distractores agridulces. Para poder avanzar tenemos que darnos cuenta de que podemos cambiar y ser nosotros mismos, dejar de ser un cuerpo portador de un ego que no elegimos.
La verdad es que mientras nosotros “tweeteamos” o “facebookeamos”, el mundo se está incendiando con el fuego del deseo, la avaricia, la arrogancia y el exceso de egos desviados hacia lugares indeseables. ¿De qué sirve tanta tecnología si lo que reina es el caos?
Estoy consciente de lo dramático que esto suena pero si no buscamos un momento en el que decidamos crecer espiritualmente, ese momento nunca llegará. No nos podemos dejar llevar SÓLO por la corriente de lo vacío y tecnológico; tiene que existir un balance sano con lo humano. Podemos lograr que el humanismo y la tecnología convivan para avanzar hacia un nuevo horizonte.