El mundo, como siempre, nos deja mil cosas de tarea para pensar, pero nuestra generación de jóvenes aún se revuelve histérica en calificativos morales por la presentación (¡De hace casi dos semanas!) de Miley Cyrus en los VMA 2013 de MTV.
De entrada podría decir que no se puede esperar gran cosa de alguien que interpreta una canción titulada: “La fiesta es en Norteamérica”, pero supongo que el caso Cyrus —involuntariamente de su parte imagino— obliga a algunos reflexiones.
Lo primero es el asunto moral: ¿De dónde salieron tantos televidentes recatados? Vaya, preocupa que en un mundo supuestamente global y abierto, con una generación de nativos digitales que le apuesta a la pluralidad en las redes sociales, las críticas se hayan centrado en las poses y gestos con connotaciones sexuales de Miley ¿Y qué? Ultimadamente muchos reguetoneros tratan a la mujer como trapo y nadie dice nada.
Así, tal y como menciona la articulista Brenda Pérez del diario digital elaltavoz.mx, ¿por qué nadie habló de Robin Thicke, quien también protagonizó el famosotwerking? Muchos dirán: “el show era de Cyrus”. Pero las críticas esconden un tufo machista que, entre líneas, está diciendo: el varón siempre será varón, y por lo tanto, puede hacer lo que se le venga en gana. La mujer no. Ella debe ser pura hasta la muerte. Ése es su papel.
Por otra parte, están los padres de familia sorprendidos. ¿Sorprendidos de qué? Es la misma emisora que diseñó el beso entre Britney y Madonna, el canal que cumple el ritual de la cultura de masas con contenidos explícitos e irreverentes. ¿No acaso transmitió Beavis y Butthead, South Park y la Casa de los dibujos? MTV vive para estos momentos televisivos. Conoce el negocio de alterar adolescentes, y por eso, le asientan un dólar tras otro en publicidad. No vale censurar ahora: enséñenle a sus hijos a ver el mundo con una actitud crítica y ahórrense los corajes.
Y ahora sí, ¿pasamos a otra cosa, por favor?
Fuente: Buenos Días Mérida
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