“Podré ser viejo pero no soy idiota”.
Jean Paul Sartré
Lo acontecido el pasado dos de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, es solamente el principio de un serie de manifestaciones en contra de la represión gubernamental que se vive desde hace más de 70 años en nuestro país.
México comienza a despertar. Los estudiantes inspirados en movimientos revolucionarios e inclusive estéticos, como los fueron los que encabezó Ernesto “Che” Guevara, la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam y el cine italiano crítico.
De esta forma, se encadenaron las circunstancias: las manifestaciones del 26 de julio, las guerrillas del Politécnico, el choque de pandillas en la ciudadela, los granaderos abusando del poder. Así fue como comenzó el famoso movimiento estudiantil.
El México de los 60 vivía en una circunstancia de injusticia social, similar a la de nuestros tiempos, en un mandato priista totalmente dictador.
Así, el movimiento estudiantil, 44 años después, vuelve con este espíritu revolucionario y luchador que lo distingue, tomando las calles, las plazas y los espacios de este país. Nadie imaginaba que 300 alumnos de la Ibero se iban a alzar enfrente del candidato priista a la Presidencia de la República, diciéndole que era un «canalla», que alumnos, con un pensamiento crítico, un día después de esto tomarían las calles para empezara un movimiento llamado #YoSoy132
El sistema de nuestro país nos ha hecho creer que no hay futuro en lo colectivo, que el individualismo solitario es la opción, una vida sin compromiso, sin distracciones. Todo parece planeado: tenemos una élite gobernante, dueños de la mayoría del dinero del país, así como a los hombres más ricos del mundo, Carlos Slim y al «Chapo» Guzmán, sin olvidar a Carlos Salinas de Gortari, pero al mismo tiempo, tenemos siete millones más de pobres.
Llegó el PRI al poder y con él, el neoliberalismo mexicano. Esto lo vemos en la reforma energética, a través de la cual se crean empresas «fantasmas» que hagan labores «fantasmas» para Pemex y así se lleven las ganancias.
El neoliberalismo sólo nos ha llevado a la destrucción de los ferrocarriles, la eliminación de Luz y Fuerza del Centro y el recorte del dinero público para las universidades y para la salud pública. Sin embargo, esto va más allá de un modelo económico: es el abuso, la corrupción y la soberbia.
El querer cambiar el país está en manos de cada uno de nosotros. Hace falta conocer a nuestros representantes, exigirles, ellos son la voz del pueblo, pero el pueblo somos nosotros. El pueblo mexicano no va a cambiar si el pueblo no quiere.