Y cuando llegué al que, estaba seguro, era el sitio correcto, justo antes de la entrada a la Cámara de las Torturas, ningún fantasma tendió sus manos hacia mí. Sin embargo, había algo. Lo supe entonces y lo sé ahora. El aire era más frío. No lo suficiente para ver mi aliento en forma de vaho, pero sí, definitivamente era más frío. Sentí un hormigueo en brazos y piernas e ingle, con la piel de gallina, y se me erizó el cabello de la nuca.
-Déjame verte -susurré, sintiéndome idiota y aterrorizado. Deseando que ocurriera, esperando que no (pág. 151).
Esta novela ha tenido de todo. Miedo, risas, amor, leyendas… Ha sido completa, vaya. ¿Es esto normal en Stephen King o suele ir al miedo puro y duro? Sea como fuere, ha avivado mis comienzos de terror literario.
La historia cuenta los sucesos ocurridos durante el verano de 1973 por el joven universitario ‘Devin Jones’, quien consigue trabajo en el pequeño parque de atracciones de Joyland en Carolina del Sur. Hay una montaña rusa, un tobogán acuático, una zona especial para los niños, un área de conciertos y una casa embrujada, donde tuvo lugar un asesinato que nunca fue resuelto. Las leyendas y apariciones sobre la joven asesinada, son la comidilla del lugar.
Mientras ‘Devin’ se desenvuelve en su nuevo trabajo haciendo toda clase de tareas, conoce a ‘Mike’, un niño enfermizo que desea conocer Joyland antes de morir. El joven consigue que el pequeño se divierta en el parque. Sin embargo, ya es demasiado tarde para dar marcha atrás a la historia y los muertos siempre vuelven del pasado.
La novela está narrada en primera persona por ‘Devin Jones’, cuarenta años después del suceso de Joyland. Se dirige al lector, nos hace partícipes de los sucesos acontecidos sin darle mayor énfasis a la trama principal, cosa que detesto en la literatura. Que inflen el misterio página a página, que nos avasallen a preguntas bucle para después darse el batacazo en un estrepitoso clímax.
Los personajes se muestran como un colectivo que representa a los «colines» que solo quieren diversión dentro del parque. Por otro lado, tenemos a los feriantes, que conforman los satélites del protagonista. De entre todos ellos, hay uno que no dice la verdad, ¿o sí?, ¿el peligro viene entonces de alguien externo al parque?
La atmósfera está perfectamente absorbida por un día en el parque de atracciones de vuestra localidad. El griterío en los descensos de la montaña rusa, el calor, los niños correteando, las fotografías captando nuestras mejores caras en las atracciones o los disparos de escopeta para conseguir un peluche tamaño XXL para tu ligue de verano.
Ambas portadas diseñadas por Robert McGinnis y Glen Orbik.
Es un libro cortito estructurado en breves capítulos separados entre sí por un simple círculo con un punto dentro. ¿Que si da miedo? Hay partes que sí, sobre todo las de final, aunque las analepsis (flashback en inglés) me descolocaban en ciertos momentos, pero no llegan a perderte. Pero en su conjunto Joyland constituye algo más. Es una historia bella. Es el paso a la madurez, a las decisiones propias, a las amistades duraderas, a la sexualidad. ¿Que si emociona?, ¿y qué libro no lo hace? Las emociones escalan hasta lo alto de la noria y descienden, unas veces despacito, otras más rápido, pero el ritmo nunca para. Siempre está en movimiento. ¿Que si lo recomiendo? Por supuesto, pero, ojo, no vayas buscando solo terror, porque quizá tu adrenalina se queda con las ganas.