El amor nos enriquece, nos hace sentirnos queridos e importantes, nos transporta a un nuevo estado. Tú y yo, y en ese nosotros, habita la esperanza de formar algo más, algo que trascienda y que nos complemente. Cuando se encuentra a esa persona que algún día se anheló, uno lo siente, sabe que es la indicado(a) y se imagina en mil lugares y de mil formas, sé imagina su futuro, pero como en toda relación, es necesario recorrer las diversas etapas del noviazgo para poder llegar a ese punto de amor incondicional y eterno.
En un inicio de la relación todo nos resulta emocionante, nos ponemos ansiosos al ver a esa persona que nos trae cada vez más como locos y lo único que en ese momento nos importa es solo hablar con el/ella, vernos bien para el/ella, saber lo que hace, y esperar verlo (a) de nuevo. Sin embargo, como es de saberse, las relaciones a través del tiempo se modifican, la pareja ya se conoce más a fondo, ya se sabe cuáles son los defectos de uno y del otro, las ideas difieren y las discusiones son normales, a veces por cosas sin importancia, y otras veces por motivos que se salen de control. Con el tiempo, los novios se acostumbran a convivir y aprenden a solucionar sus problemas a tal grado que cuando la relación ha madurado se decide pasar a la etapa de unión total.
El tema que siempre ha sido tocado es: “ El éxito del matrimonio».
Relacionamos a un matrimonio fructífero a partir del tiempo que una pareja hizo como novios y pensamos en el fracaso de éste si fue fugaz el noviazgo, ¿qué es lo que nos hace pensar de esa forma? ¿Será la misma convención social y los estereotipos que ya han sido fijados en nosotros? Lo único que sé es que el tiempo no es el factor principal que asegure el éxito, solo se afirmará la alianza a partir del compromiso, el respeto, la espera, la entrega, la tolerancia, la pasión y el deseo de estar con esa persona a pesar de los problemas que se puedan presentar, la fusión de dos derribará aquellos obstáculos que se presenten en el camino.
