Caminando con las ánimas (crónica)

Caminando con las ánimas (crónica)

En el marco de la asignatura “Innovación y estructura periodística”, alumnos del séptimo semestre de comunicación de esta Casa de Estudios han elaborado crónicas y reportajes. A continuación, se presenta la crónica de María Fernanda Cantillo Rodríguez, quien describe «El paseo de las ánimas», evento celebrado con motivo del día de muertos.

Era la tarde del último día de octubre de este año y a pesar de ser otoño se sentía un calor veraniego. Lo que hacía diferente a este jueves de todos los demás era la fiesta que se celebraba: empezaba la temporada de día de muertos.

En punto de las seis de la tarde dio inicio, desde el arco de San Juan en el centro de la ciudad de Mérida, el tradicional “Paseo de las ánimas”. Se sentía en el aire la expresión de ese humor negro mexicano, el mismo que se ríe en la cara de la muerte. No existía una solemnidad en el evento y se  transmitía alegría con los cantares y la música de tríos que amenizaban el lugar.

El trayecto del arco de San Juan a la Ermita era un corredor adornado de flores que formaban parte de los tantos altares tradicionales yucatecos que atestiguaban aquella tarde. El Alcalde de la ciudad se acercaba a admirar el resultado final de horas de preparación, y en los altares también vendían alimentos yucatecos típicos de la temporada. No está de más mencionar que todo ese corredor estaba perfumado con los olores del pib recién desenterrado.

Al llegar a la Ermita estaba la muestra de los altares hechos por autoridades gubernamentales, pero eso no le restaba vivacidad a la postal que se tenía enfrente: parecía como si todos los presentes hubiéramos regresado en el tiempo. La Ermita, con su pequeño parque con kiosco contrastaba con el gran escenario en el que se llevaba a cabo una muestra de la tradicional vaquería yucateca, con todo y guayabera e hipil.

Ahí no terminaba el recorrido, llegaba el momento más esperado: la visita al cementerio general de la ciudad, el testigo de décadas de yucatecos que han ido y venido por las calles de la “ciudad blanca”. Ahí, en el corazón de la fiesta del día de muertos se explicó el origen del Hanal Pixán, es decir, comida de muertos en maya. Pero el pináculo de la celebración fue cuando un sacerdote maya llevó a cabo el ritual para levantar a las ánimas para que pudieran emprender el camino hacia sus casas y así poder visitar a sus seres queridos.

En medio de la celebración mucha gente se veía preocupada por el comportamiento de los asistentes, que se hacían bromas y le tomaban fotos a las tumbas, pero es parte de la vibra de la celebración.

Y fue así como inició aquel fin de semana de muertos, donde todo termina, en medio del cementerio.

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