Me apresuré por llegar al lugar y desde lejos percibí ese olor característico que representa a un altar, ese olor penetrante que nos ofrece el humo de incienso. Los alrededores del lugar en los que se encontraban los altares mostraban un enorme colorido formado por diferentes tipos de flores, manteles, velas y platillos regionales.
Fue en el barrio de San Sebastián, teniendo a la capilla de la Ermita como testigo principal de una noche que honraba a los fieles difuntos, la muestra de altares. La fiel tradición de nuestro estado, de nuevo sorprendió con sus creaciones típicas pues las construcciones de altares hechos de palos y huano enmarcaban el tradicional día de muertos. Y es que las familias de los difuntos siempre se esmeran por recibir de la mejor manera a sus seres queridos que han partido debido a la creencia que las personas que han fallecido no se van definitivamente de este mundo, ya que su espíritu sigue presente, y aún mas en esta época del año en la que sus familiares les preparan una grata bienvenida a casa.
Caminar entre los altares que allí se encontraban fue una enriquecedora y grata experiencia. Me recordó cuando en mi educación básica debía preparar mi altar junto con mi salón para el concurso de altares de la escuela. Aunque no lo parezca, preparar un altar típico de Yucatán no es nada sencillo pero la experiencia es inolvidable.
La muestra de diferentes altares que se encontraban en el barrio de San Sebastián tenían esos elementos característicos que los hacían lucir de manera mística. Entre éstos, los que más sobresalían eran los platillos regionales: tamales, mucbipollo o pib, elotes, el famoso xek conformado por mandarina, naranja, jícama, así como las bebidas de atole nuevo, pozole, chocolate y el balché. Además, a cada altar se le agregaba la comida o bebida favorita del difunto, con el propósito de que el finado se sienta alegre y en paz con su familia como solía serlo en vida.
Conforme transcurrió la noche, el número de asistentes al evento aumentó, apenas y podías apreciar por unos segundos cada altar, la grandes concentraciones de gente se amontonaban para vislumbrar cada detalle de la ofrenda. Es de llamar la atención que cada una de estas muestra tradicionales tenían fotos de sus familiares fallecidos pues la celebración era en su honor.
Cientos de velas se meneaban con el vaivén del fuerte viento que soplaba esa fría noche. El ambiente lleno de misticismo y respeto hacia los occisos fue amenizado por varios grupos musicales de acuerdo a la celebración. Múltiples familias participaron en esta tradicional ofrenda, reafirmando de esta manera lo importante que es preservar y transmitir a las futuras generaciones esta hermosa y ancestral costumbre, propia de la tierra del mayab.