Viaje a Sinaloa

Viaje a Sinaloa

Son las 5:50 de la mañana y en todo el campo de la base aérea de Santa Lucía resuena la trompeta con el toque de Diana anunciando que es la hora de partir. Poco a poco han llegado los hombres que salen a un México desconocido.

Quince camiones tipo «dina» se enfilan y esperan la orden de su comandante para partir. A lo lejos, se ve una familia con cara afligida pues despiden al jefe de la casa que  con gran porte luce uniforme verde.

-Mi comandante, en el primer pase de lista están faltando ocho soldados, ¿vamos a dar parte a mi general? Preguntó el teniente.

-No, aún no, hasta que nos den la orden de salida.

Aquellos soldados faltantes, se rehúsan a salir a emprender una nueva batalla, saben por comentarios de sus otros compañeros  que el camino es largo y que esta vez no serán portadores de buenas noticias.

A las siete de la mañana sale del campo la  cabeza del convoy con él, la alegría de aquellos  soldados dispuestos a combatir el narcotráfico, saben que el lugar que les aguarda es la sierra de Badiraguato, Sinaloa,  aquel lejano terreno que sólo han escuchado por relatos o noticias, como cuna de grandes capos del narcotráfico en México.

Después de días y la lentitud de los camiones, por fin llegan a la localidad de Surutato situado en el Municipio de Badiraguato a 1460 metros de longitud. Para asombro de los soldados, al subir veredas y voladeros, no pueden creer que en un lugar tan alejado se encuentre una mansión de esas que sólo se ven en las películas. «Si tan sólo cuenta con  982 habitantes me atrevo a asegurar que todos alguna vez han participado en el cultivo y riego de marihuana», asegura don Carlos mejor conocido como don ‘Charly’.

Él cuenta la triste historia de su familia, el trabajo ilícito le arrebató a uno de sus hijos en la puerta de su casa: llegó una camioneta y le dispararon a quema ropa… hasta le fecha aún no se hace justicia.

La fortaleza de los soldados no es más que paredes altas que rodean sólo tres cubículos que son los dormitorios, baños y un comedor improvisado que también servía como punto de reunión de los comandantes.

El frío se hace presente  para pesar de los soldados pues tienen que internarse más en el ejido y caminar con su mochila al hombro. Se les ha dado las coordenadas, y se les ha avisado que hay un plantío que destruir, pues el ‘chochito’ -helicóptero MD 530- ha estado peinando la zona y la tierra re celosa no les ha dejado aterrizar.

«Efectivamente llegamos al plantío», dijo un soldado asombrado pues no podría creer  lo sofisticado de éste, el cual contaba con celdas solares y un sistema de riego que sólo se ven en los invernaderos.

Al peinar la zona los soldados buscan un responsable pero  alguien ya  les había dado el ‘pitazo’ que se acercaban unos ‘periquitos’,  «clave de los maladros», dijo el comandante para referirse a los ‘cuicos’. Por querer salir rápido olvidaron algo que más tarde los delataría y conduciría a los soldados a encontrar más de 400 plantíos en la zona.

Y así regresaron victoriosos, al escuchar el tronido de los ‘cuetes’ les anunciaban a las familias que aquellos soldados llegan a casa. «¡Ya están entrando!», gritó una señora entusiasmada, ha esperado más de seis meses este momento. Sólo espera que la cabeza del convoy apague sus luces para poder decir: «papá, tío, abuelo, hermano… misión cumplida».

 

 

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