De entrada queremos saber cómo es la típica familia mexicana y, para ello, entrevistamos a Guillermina Navarrete Yah, una mujer de 42 años de edad que es ama de casa y también señora de la limpieza de otros hogares.
Su familia la conforman su esposo, de 45 años; su hija, de 20 y su hijo de 18 años. Los cuatro viven en la misma casa. Sin embargo, esta familia tiene una peculiaridad: los padres del esposo viven en la casa de al lado. Algo que hoy en día ha dejado de ser lo más común.
A continuación, veremos cómo viven ellos para más adelante adentrarnos en el por qué las cosas han ido cambiando a través del tiempo en nuestro país. Pareciera ser que no habría relación entre cómo la industria ha crecido y que los abuelos vivan en casa de los hijos, cerca o lejos, pero sí, pues los estilos de vida y la forma de pensar van cambiando también.
Doña Guille nos describe cuál era su familia, antes de casarse. Su familia nuclear por decirlo de otra manera:
«En la familia somos mis dos padres y mis 6 hermanos. Yo soy la segunda de ellos y una de las dos que vivimos lejos de nuestro pueblo, Maxcanú, que queda a una hora de camino de Mérida y donde aún se encuentran nuestros padres.
Ahí en el pueblo viven cuatro hermanos y todos cerca de mis papás. Uno de los hermanos vive en la casa de al lado, con su esposa e hijos, como en un terreno compartido al de papá y mamá y una de ellas vive en la misma casa que ellos.
No son personas que sigan trabajando, sin embargo, al vivir en su casa propia se encargan de ellos mismos. Mi papá es pensionado y mi mamá es ama de casa de toda la vida. Se dedican al hogar por así decirlo, a cuidar a los animales y ven por sus plantas. Mi papá tiene una milpa para trabajar, aún siembra. Eso le gusta. Además como distractor ambos salen al centro, pero como es un pueblo ahí se les llama plaza. Ven la tele (como todo mundo pues). Y aún con sus 60 años él y sus 59 años ella, siguen haciendo cosas del diario.»
Hay de todo en este mundo y hay personas que a pesar de la edad siguen siendo activas. En palabras de doña Guille, la relación de los hijos con sus padres en su familia es muy buena, “con mucha confianza porque todos se llevan y tienen mucha comunicación”.
¿Eso te incluye a ti? -le pregunté-, a lo cuál respondió que no, para corregirse después y explicar que sí pero que no tanto como con los que viven cerca. Porque cualquier cosa que ellos necesiten, ahí están sus hermanos para ayudarlos. La hermana que vive con ellos está contenta de estar ahí y, en general, Guille explica que hasta el momento sus padres no se han visto como una carga porque padres e hijos se ayudan mutuamente y afirma: “para nosotros no es ninguna carga nuestros papás”.
Si alguna vez alguno de sus padres, o uno de ellos, necesitara de mayores cuidados, ella afirma que los ayudaría si estuviera dentro de sus posibilidades hacerlo y si no buscaría la manera de conseguir esa ayuda. Inclusive es partidaria de que si así se necesitara los traería a vivir con ella, aunque admite que es una idea un poco difícil ya que ellos están acostumbrados a estar donde siempre han vivido, su querido pueblo Maxcanú.
Ella, por su parte, dejó de vivir en el pueblo a los 15 años de edad por necesidad de encontrar trabajo. Al principio iba cada 15 días, hasta que a la fecha va cuando son vacaciones o es el cumpleaños de su mamá o para alguna fiesta que ellos programen.
En pleno año 2013, la anterior es una de las tantas situaciones en las que se ven envueltas las familias mexicanas de hoy en día. Los hijos emigran con mayor frecuencia aunque hay de los que aún se quedan en casa, o en el pueblo, cerca del núcleo familiar. Y esto evidencia el cambio demográfico del país, en cuanto a la distribución geográfica de la población. Un factor para esta migración del campo a la ciudad a través del tiempo ha sido la mayor diversificación de actividades económicas, lo cual representa un atractivo para quien busca el ideal de “salir adelante”.
Doña Guillermina, hoy en día, ve inviable volver al pueblo pues ya hizo su vida en la ciudad. Y aunque parezca que una cosa no tiene relación con la otra, todo acto crea una reacción en algo más y así consecuentemente. En la mayoría de los casos, el impacto del individuo que emigra repercute en los niños y los ancianos. Particularmente el caso de los padres de Doña Guillermina no se ve tan afectado pues tienen 6 hijos, en vez de los 2.3, que según el INEGI se estila por familia hoy en día.
Otro factor de cambio al que se han visto sujetas las familias mexicanas es la mortalidad de las personas en el país. De acuerdo con el INEGI, la esperanza de vida actualmente en México es de 75 años de edad y el Consejo Nacional de Población (CONAPO) señala que este envejecimiento de la población ha repercutido en un incremento de los hogares unipersonales.
El anterior organismo nos habla también de la mayor propensión que existe a la ruptura de las uniones matrimoniales y, como consecuencia, esto hace que la búsqueda de un hogar para un adulto mayor se incremente de igual forma. La CONAPO indica que un 44% de la población que estila un hogar unipersonal cuenta con más de 60 años de edad.
Sobre lo anterior, qué mejor que una persona que vive en un hogar unipersonal nos cuente su perspectiva de este modo de vida. Doña Dora es una mujer de 68 años de edad que vive sola en el estado de Veracruz. Tuvo cinco hijos y un divorcio hace 29 años. Ahora esos hijos están casados y cada uno tiene casa propia en diferentes ciudades y estados.
¿Qué hace en un día normal?
–Me levanto, hago mi desayuno, me pongo a lavar, todo lo que se hace de la casa.
¿Diario?
–Diario la limpieza no. Pero la comida pues diario. Siempre cocino para mi. Rara vez que salgo a comer. A veces cuando voy al súper pues por allá me como unos taquitos. Antes me ponía a tejer, sigo cociendo y arreglo ropa. Pero como mis ojos, pues ya no puedo. A veces me pongo a leer la biblia, veo la tele. Salgo cuando voy con mis hijos a sus casas, sobretodo con la mayor o ellos viene para acá. No salgo mucho de normal, pero por ejemplo, ahora me invitaron a una boda y voy a ir hoy.
¿Qué aspectos le gustan de vivir sola?
-Pues el vivir sola… me siento tranquilita, no tengo a alguien que me diga cosas de esto está mal hecho y así. Pero por el otro lado me siento sola, porque cualquier cosa que me pase algo, pues ¿quién ve por mi?
¿Te gustaría la idea de vivir con alguno de tus hijos?
-Si me gustaría, pero como dice el dicho casa de casados, casa de dos. Pero por eso me gusta vivir sola, porque no me gustaría ir a vivir con el yerno o con la nuera. Mi independencia me brinda bienestar. Si yo me enfermo o algo, necesitaría de alguna de ellas. Pero no es mi idea llegar a casa de alguna de ellas.
¿No le gustaría vivir en un asilo?
-No. No se me habría ni ocurrido.
¿Por qué?
-Porque he visto en los asilos personas que dejan a sus familiares y se olvidan de ellos. Por eso me da cosa ver gente que están en los asilos y ni siquiera sus familiares los ven. Así que mejor yo me muero en mi casita.
¿Sabes qué beneficios podrías tener al vivir en un asilo?
-Convivir con las demás personas. Actividades, compañía de las demás personas. Pero ya con la familia no y eso es importante. Además los asilos no tienen buenas condiciones para que tu estés ahí. Las pobres personas que meten ahí viven con carencias y sus hijos se olvidan de ellos. Es terrible, no me gustaría.
Entonces, vivir sola o solo se vuelve la opción de elevada elección. Pero ¿qué pasa con los adultos mayores que comienzan a tener limitaciones propias de la edad y enfermedades que repercuten a su salud?
El asilo
Conforme ha ido en aumento el número de ancianos en el país, se ha tomado más conciencia de lo que implica tenerlos y las necesidades que se deben cubrir para ellos. Ante la falta de apoyo del gobierno federal ante esta situación inminente, los que han surgido al rescate han sido las asociaciones civiles, las iglesias y entonces se ha visto como un asunto que debe ser atendido por la responsabilidad de la comunidad y no como un derecho que deba tener vigor en la misión del Estado.
En la realidad actual en la que se vive, los asilos carecen hoy en día de una buena planeación para atender las necesidades de todos los adultos mayores que ahí viven. Tomando en cuenta que cada uno de ellos tiene necesidades distintas, es indispensable una agrupación por categorías. Como cuando el médico debe hacer un diagnóstico del paciente, primero deberá clasificar los síntomas que el paciente tenga para darle un tratamiento adecuado, que funcione para su caso en específico. De igual manera, a pesar de que las monjas que dirijan un asilo y de los voluntarios que vayan a visitar a los ancianos, se necesita de personal especializado y capacitado continuamente. Si un hospital hoy en día debe ocuparse no sólo de la atención médica, sino de la atención administrativa y de imagen para el paciente, un asilo en el que personas mayores van a pasar el resto de sus días debe estar equipado para atenderlos.
Otra verdad en el escenario de nuestro país es que, a pesar del incremento de adultos mayores, la aparición de asilos es reciente. Por lo mismo sus condiciones son perfeccionables. Un ejemplo claro es el progreso de la visión que el sistema de salud tiene actualmente, recordemos que antes la prevención, como parte de los cuidados de un paciente, no entraba en el rango de puntos atendidos. En consecuencia, el gran reto, según explica la tesis sobre envejecimiento del área social de la UNAM, para cubrir las necesidades propias de un adulto mayor los esfuerzos deben estar dirigidos a mantener su independencia y a que permanezca en su ambiente el mayor tiempo posible.
Ambiente en el cual, para la sociedad mexicana, la familia juega un papel muy importante y que, sin embargo, desde el punto de vista de Clara Jusidman, política social, no está cumpliendo con la función de proteger a sus miembros y brindarles el cariño puesto que hay mucha violencia, autoritarismo y el creer de las madres a sus hijos como parte de su propiedad.
Replantearse cuáles son las mejores opciones para afrontar la vejez es un tema urgente de una sociedad que se vuelve cada vez más anciana. Porque todos pasamos por la niñez, casi todos llegaremos a la vejez. Y como diría el refrán “como te ves me vi y como me veo te verás”. La opinión de una ama de casa que cuenta hoy en día con 45 años de edad, con respecto a la llegada de su vejez, es que “una persona precavida vale por dos”. Habla sobre la opción futura de que mantener su independencia puede ser factible desde la entrada a un asilo, siempre y cuando este cumpla con las condiciones necesarias. «Pero ¿a quién no le gustaría una independencia total?» dice.
Llegar a la vejez con buena salud física y mental es indispensable. Prepararte para el mañana se vuelve un trabajo del día de hoy, que si lo postergas, quizá te agarre mal parado.