El pasado sábado se llevó a cabo la final de la serie del Caribe, en la cual, se enfrentaron los equipos de México y Puerto Rico, presentando así al actual campeón y al segundo equipo con más títulos en el certamen.
El juego comenzó y mantuvo un buen ritmo al paso de cinco entradas en un apretado duelo de picheo. Por los mexicanos, Juan Delgadillo mantenía la forma que mostró en la postemporada. Los boricuas lanzaron al ex ligamayorista Joel Piñeiro. Luego de cinco entradas y al salir Piñeiro se desencadenó la ofensiva azteca para dar como resultado final un aparatoso 7 a 1. Con esto, el equipo del “Coyote Matías Carrillo se levantaba con su segundo título caribeño. Esta victoria para el equipo de México no sólo representaba un campeonato, o un octavo título. Es algo más, es un reflejo del crecimiento que ha tenido el beisbol nacional en los últimos años.
México al fin puede quitarse la etiqueta de “Cenicienta” en el clásico caribeño, después de alzarse con su tercer cetro en los últimos cuatro años y quinto desde el 2002. Aquellas épocas en las cuales se tenían que esperar por 10 años un campeonato se ven distantes, y por lo pronto, parece que se quedara en el pasado, al menos, por un tiempo.
Sin embargo hay algunos puntos que no debemos olvidar. Hay que recordar que el crecimiento es un cambio continuo y debe cuidarse. Además el éxito mexicano en éste y anteriores certámenes se podría desprender en parte de ello.
Uno de esos puntos es la ausencia de las estrellas caribeñas, y bueno, ¿a quién no le gustaría ver a un equipo venezolano con Miguel Cabrera, Félix Hernández y el “kid” Rodríguez o a Puerto Rico con Yadier Molina en la receptoría y a Beltrán en los jardines? ¿Y qué decir de los astros dominicanos? A estas declaraciones, mucho podrán decir que por estas ausencias México es campeón, a mi entender, no es así, puesto que México también cuenta con jugadores del calibre del “Titán” Joakim Soria y Yovani Gallardo. No obstante, y a pesar de las ausencias de dichos jugadores, los juegos en la serie presentaron un buen nivel, echaron mano del juego pequeño, reabriendo el “librito” y reencontrando los fundamentos que hicieron grande a este deporte: picheo, buena defensa y bateo oportuno.
Otro punto es el nuevo sistema de competencia, que dejó de ser un round robin para convertirse en una especie de mini liga y liguilla. Si bien el primer sistema era más justo, puesto que era campeón el que ganaba más juegos, este nuevo sistema le imprime emoción y fatalidad al juego haciéndolo más entretenido. Además, y para resumir todo, en el beisbol tenemos un dicho: si quieres ser campeón tienes que ganar el juego grande.
Esto sólo fue un recordatorio de mi parte. El beisbol mexicano no puede quedarse con esta etapa. Debe ir y buscar más. Se han conseguido cosas importantes y desde luego vendrán aún más, no obstante, la diferencia entre el éxito y los simples resultados es el tiempo en el que se cumplen. Viene una buena camada de jugadores mexicanos: Oramas, Heredia, Valle, Bañuelos, Osuna, Villanueva y muchos otros están haciendo su trabajo en las menores y pronto estarán listos para aportar a las causas mexicanas. Es sólo cuestión de no dormirse en sus laureles.
