De la reparación de máquinas de escribir a escribir su propia historia de vida

De la reparación de máquinas de escribir a escribir su propia historia de vida

Luis Ojeda, un amante del danzón. 

El danzón ha llevado a Luis Ojeda a mantenerse vivo por una razón: seguir haciendo amigos a través de la convivencia en las remembranzas musicales que semanalmente se celebran en el parque de Santiago.

Foto: Jimena Horta
Foto: Jimena Horta

“Yo como vivo solo, como estoy solito, no tengo con quien conversar, nomás cuando salgo, converso, busco amistades y por eso voy a bailar, para crear amistades, como estoy solo, pues con esa satisfacción ya sigo viviendo”, comenta.

Luis Ojeda nació el 10 de agosto de 1939. En aquel tiempo los niños nacían en sus casas con ayuda de una partera, “Yo soy santanero, así nos dicen a los que somos del barrio de Santa Ana”, aclara. Él comenzó en el negocio de la reparación de máquinas de escribir a causa de su padre: “Fue uno de los principiantes que inició aquí en Mérida, Ojeda, dónde está el parque Cepeda Peraza o Hidalgo que le llamaban. Sobre la 59 bajando de la 62 a la 60, en este lado (derecho) estaba su taller”.

Foto: Jimena Horta
Foto: Jimena Horta

Pero debido al desuso de las mismas, se retiró, “ya habían caído las máquinas, entraron las computadoras y eso yo no lo sé reparar”, menciona.

Después de 38 años de casado, Luis Ojeda confiesa que el motivo de su separación fueron los celos, su esposa, que vive en el mismo terreno que él, pero en cuartos separados, no lo dejaba ir a Santiago a bailar. Sin motivos para continuar a lado de su mujer pues sus cuatro hijos ya estaban grandes y se encontraban fuera de casa, Luis toma la decisión de seguir su camino a lado del danzón por su propia cuenta.

Foto: Jimena Horta
Foto: Jimena Horta

En 1997, don Luis regresa a bailar de manera ininterrumpida a las remembranzas musicales que ofrece el Ayuntamiento de Mérida en el parque de Santiago todos los martes a las 8:30 de la noche.

Desde ese año, él se ha encargado de perfeccionar sus movimientos al bailar. Sin temor al rechazo, se acerca, principalmente a las turistas, y las invita a bailar con él una pieza.

La rutina, siempre la misma. Antes de trasladarse en su bicicleta desde San Sebastián hacia el parque de Santiago,  se prepara un café y un pan tostado. Cena y felizmente se va a bailar. Al regreso, vuelve a tomar café y se duerme.

Foto: Jimena Horta
Foto: Jimena Horta

Don Luis Ojeda vive de una pensión que Sedesol le da bimestralmente y de la despensa que el DIF le ofrece mensualmente.

Al concluir la entrevista, le preguntamos por los adornos de su cuarto: “Éste es mi sol, yo veía muy triste mi cuarto así que le puse su universo”.

 

 

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