Un día en la frontera (crónica)

Un día en la frontera (crónica)

En el marco de la materia ‘Innovación y estructura periodísticas», estudiantes de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad Anáhuac Mayab realizaron crónicas de diferentes eventos. De esta forma, Fernanda Coronel habla de cómo es la vida y el consumo en la zona libre de Belice.  

Desde la nueva entrada de la aduana mexicana se puede notar la diferencia entre un país y otro. Ya no se tiene que pasar por aquel puente de herradura y concreto al aire libre, cuyo piso te dejaba apreciar el río, que dividía dos nacionalidades, el Río Hondo. Su estado era deplorable, pero la vista distraía tanto a niños como grandes en medio de las filas de autos.

No se puede olvidar tampoco a los jóvenes cuyo propósito principal era el vender esos ricos panes hechos con leche coco en bolsitas de seis piezas. Ya nada de eso se ve al cruzar esta frontera. Ahora su estructura novedosa asemeja a la de las grandes naciones: una sala de espera con aire acondicionado, oficinas elegantes y dos carriles para revisión de mercancía.

En el domingo la frontera se llena de vida, con gente de todos lados, principalmente quintanarroenses, quienes van a comprar productos de toda índole.

Mi madre y yo paseamos por las tiendas, iniciando desde la última, que usualmente es la más nueva. Las construcciones de establecimientos comerciales no cesan a pesar del tiempo. Al parecer, las imitaciones de grandes marcas nunca dejan de ser negocio.

Al caminar por la calle de terracería y lodo, se pueden mirar los productos exhibidos de los establecimientos. La mayoría venden las mismas cosas, si acaso el precio es lo único que varía junto con el nombre del local. La gran mayoría de éstos cuenta con imágenes hindúes, dioses, modelos o nombres representativos de la cultura. Muchos de los dueños son de esta nacionalidad.

Entramos a una tienda a comprar unos shorts. Por casualidad, el dueño del local era un cliente frecuente del restaurante que mi madre administra. Se llama Shekel. Había emigrado de la India desde joven, vivió en Puerto Rico gran parte de su juventud y estudió en Estados Unidos antes de ir a trabajar a la zona libre. Su padre lo convenció de trabajar con él y tienen dos tiendas grandes, donde encuentras imitaciones de marcas como Louis Vuiton, Cannel, Victoria Secret, Abercrombie, D&G, Marc Jacobs y Carolina Herrera. Desde un perfume hasta un vestido.

La zona libre abarca una extensión muy amplia de terreno, entre tiendas y casinos, la pregunta del sustento de ese sitio siempre divagó en mi mente y nunca creí que con el comercio se sostendría por tantos años.

Mi abuela, quien trabajó durante 40 años como personal  de la aduana, me explicó que el lavado de dinero siempre fue una teoría para ellos, pero que gran parte de las ganancias de aquellos establecimientos, se debía a la cantidad de comerciantes del interior de la república que viajaban para adquirir sus productos. Aquella explicación fue lógica hasta que me tocó presenciar el reclamo de un cliente a una mujer asiática dentro de una tienda. Mientras compraba, escuché claramente como el hombre le reclamaba la entrega de un encargo de un modelo de cinturones y carteras que él no había pedido, argumentando que el pedido realizado era de otro color y marca, su acento sonaba muy del centro del país y la dueña, con su limitado español, intentó explicarle la confusión.

Situaciones como ésta, evidencian el aún exitoso flujo de mercado que la zona abre tiene. Si no, ¿cómo se explicaría uno la cantidad de extranjeros viviendo en Corozal para trabajar en un lugar que, francamente, es poco agradable.

Antes de llegar al final del recorrido, mi madre, mi abuela y yo nos sentamos a las afueras de un local, famoso por sus pays de limón, sinceramente, los mejores que he probado en mi vida. La encargada comenta que lo traen desde Corozal y que a diario se le acaba.

Aún en una tierra dominada por comercios de dueños asiáticos, la esencia de Belice no se pierde. Por los pasillos, entre tienda y tienda, las bocinas no dejan de tocar la música punta que caracteriza a las beliceñas por moverse como sólo ellas saben. El “pay de limón”, el “rice and beans” y los empleados de cada local son auténticamente beliceños. Si bien, es más barato comprar ahí, también es una oportunidad, una fuente de empleo para todos y cada uno de los habitantes de las ciudades más cercanas a México.

Share

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *