En el marco de la materia ‘Creatividad e innovación editorial’, alumnos del quinto semestre de la Licenciatura en Comunicación de la Anáhuac Mayab reflexionan acerca del uso del celular en el salón de clase. En ese sentido, Roxana Méndez llama a educar para dosificar el uso del aparato en cualquier contexto.
El aula de clases es un campo de batalla, ya no tanto de los alumnos intentando vencer a la ignorancia y ganar conocimiento, sino una lucha interminable protagonizada por el maestro y su antagonista de la actualidad: el celular o el Ipad. Sí, en los salones de clase está ocurriendo una batalla campal por ganar la atención de los jóvenes.
Es suficiente con dar un vistazo a un salón promedio, desde nivel secundaria hasta maestría, para observar la popularidad del uso de los smartphones. Es un mar de tecnología que todos tenemos en nuestras manos.
De esta forma, la época moderna nos ha vendido la idea de la tecnología como una gran aliada que simplifica tareas y nos da más tiempo libre. Pero, ¿de verdad esta afirmación ha resultado sincera?
Algunos usos positivos del celular en el aula son el poder encontrar información de manera rápida, ver imágenes que no se encuentran en los libros, buscar en youtube videos adicionales al tema, etc, aunque es evidente que la mayoría de las veces son usados dentro de la clase para encontrar el último meme, chisme o imagen en Facebook, Twitter o WhatsApp, buscando distraerse de una clase que resulte tediosa. A fin de cuentas, interesante o no, siempre es más fácil pasar el dedo por la pantalla que enfocarse en el presente.
Creo que así como nos han enseñado física, matemáticas, lengua y química, también se debería enseñar el uso correcto de las nuevas tecnologías. Las generaciones más jóvenes nacimos en una época de acceso casi ilimitado a la información y la tecnología. Nadie nos advirtió que el celular se podría convertir en un vicio, que nos podría robar tiempo, energía y hasta vida, que sería a la vez aliado y enemigo del conocimiento (de la información muy amigo, ya que el Internet es la quintaescencia de ésta) y que podría convertirse en una verdadera pesadilla para los maestros.
Algunos optan por prohibirlo totalmente (cosa que rara vez he visto cumplida). Otros simplemente ignoran el problema. La solución no puede ser ni la mano blanda ni la mano dura. Tiene que haber un punto de balance. La mano fofa ha hecho igual o tal vez más daño que la mano dura y las dos no han hecho más que ignorar el verdadero problema: no sabemos dosificar el uso del celular, vivimos hipersaturados de información, y la concentración resulta cada vez más difícil.
Profesores, educadores, padres del mundo; enséñennos el balance, guíennos. ¿O es que ustedes también están pegados al celular?
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