Hay historia detrás del oro de la karateka Lupita Quintal, ganadora del oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en el estado de Veracruz en días pasados.
Ciertamente, la estudiante de la Anáhuac Mayab tenía posibilidades, pero muy pocos la veían como finalista: «Yo sabía que era una competencia muy importante, sabía a lo que iba, sabía quiénes eran mis rivales, (ellos) no me conocían porque nunca había competido en Centroamérica en categoría mayor, siempre había competido en juvenil […] por eso, se sacaban de onda al verme allí, preguntaban de dónde había salido […] no era la favorita».
Sin embargo, desde el primer día de competencia, la yucateca le demostró a los jarochos y a Centroamérica entera que, sin ser boxeadora, venía de una tierra de fajadores, de peleadores natos. A su vez, Veracruz le comprobó a Lupita que no sólo su tierra exporta calor humano. Coatzacoalcos no canta nada mal las rancheras si de entrega y apoyo se trata. «El ambiente, la gente de Veracruz, con un trato excelente, tanto fuera de la competencia como dentro […] finalmente llegó el día de la competencia y a México no le había ido muy bien […]
Ciertamente, Quintal Catzín empezó ganando sus primeros combates hasta que se topó con Yoandra Moreno, una cubana con fuego en las extremidades y un contraataque letal. «Me ganó bien, pero saliendo de pelear en esas eliminatorias, yo sentí que no me ganó, que yo perdí, fue algo mío, no supe manejar algo que ella me había planteado […]».
Pese a la derrota, Lupita avanzó a semifinales. La karateka sin buenas pronósticos estaba sacando la casta, sorprendiendo, alzando la mano en la categoría femenil de más de 68 kilogramos de la disciplina en los Juegos Centroamericanos y del Caribe Veracruz 2014.
Pero la supuesta suerte parecía acabarse para Quintal en semifinales, instancia en la cual debió medirse contra la favorita del torneo: la venezolana Yeisi Piña, a quien venció con autoridad ocho a uno.
Fue entonces cuando entendió que debía afrontar nuevamente a Yoandra, la karateka cubana que la había vencido anteriormente dos a cero. «Hubo un lapso de tiempo entre la semifinal y la final para despejarme […] me sentía muy nerviosa, nunca me había sentido tan nerviosa en un evento […] pude ver mi pelea y eso me abrió el panorama […] yo tengo un estilo de pelea que va hacia atrás, yo no soy de ir hacia adelante y la cubana tiene el mismo estilo […] a pesar de eso ser mi fuerte, en la ronda eliminatoria yo decido ir hacia adelante, arriesgarme, y como su especialidad era resolver yendo hacia atrás, pues yo les di las armas para que las pudiera utilizar en contra mía […]»
En ese sentido, Lupita narra que, a través de la grabación, se dio cuenta de que a Moreno se le dificultaba defender hacia abajo, a la altura del estómago y fue en ese momento cuando definió su estrategia.
El 29 de noviembre de 2014, en punto de las 4:10 de la tarde, no cabía un alfiler más en las tribunas del Centro de Convenciones Coatzacoalcos para ver la final de karate entre la mexicana y la cubana. «Me dio mucha alegría ver la agente, en el lugar no cabía ni una sola persona más […] el lugar se llenó […] sólo para ver mi pelea, gente mexicana que iba apoyarme que, sin conocerme, había ido a apoyarme».
En la esperada final, la cubana mostró su talento, pero la yucateca que no prometía, la mexicana sin buenos augurios, dictó cátedra, no tanto por puños o patadas, sino por inteligencia. «Cae el primer punto y fue por una cuestión de distancia. Entra a mi distancia y allí aprovecho […] pude conectarle un golpe en la carga. Como yo ya iba ganando, caí en mi zona de confort en la pelea […] y ella es la que tiene que ir hacia adelante y mi especialidad […] es resolver hacia atrás […] en los últimos segundos, le conecto una patada en la cara que deja (el marcador) cuatro a cero.»
El resto es historia conocida, relato guardado en las crónicas deportivas del día siguiente: oro para México en la categoría femenil de karate en más de 68 kilogramos en los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2014.
Fue entonces cuando la yucateca que nada prometía sintió los reflectores. «Lo dije y lo vuelvo a repetir: fue el momento más increíble en mi vida […] Ese momento toda la gente gritando mi nombre, gritando México, cantando ‘Cielito lindo’, mi familia, mi novio pudo estar allí presente, ellos fueron pieza fundamental […].
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